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Hace no mucho tiempo el Congreso Mexicano de Reumatología se llevó a cabo en el paradisiaco Estado de Chiapas, conocido por sus paisajes y riqueza inigualable y que es enigmático para propios y extraños. Su magia y riquezas naturales son como sus moradores. Las lenguas indígenas y tan particular cariño y sensibilidad de la gente le dan un toque mágico a este codiciado rincón de nuestra república. Pues siguiendo con mi relato, tuvimos oportunidad de “darnos una descolgada” un grupo de colegas, guiados por especialistas que residen en Chiapas, a la frontera con Oaxaca y específicamente a la ciudad de Arriaga, ubicada al suroeste del estado.

Entre callejones, tradiciones, iglesisas, quiosco, playas y activo comercio, cual abigarrado panorama lleno de matices, disfrutamos de un mediodía agradable. Y de esta manera guardaba grata postal. Hasta que me di cuenta que no todo lo de Arriaga es agradable. Y digo lo anterior porque a veces las malas experiencias pueden destruir lo que nuestro maravilloso México construye con tan sólo escuchar o conocer a un sujeto que destruye, lacera y obnubila el brillo que atrae a esta ciudad fronteriza.

Existen “arriagas” que muestran otra cara del prisma, un lado soberbio, prepotente, poco ético, irrespetuoso y con dudosa reputación profesional cuando lo conocemos. Imagínese que estuviese hablando de salud en alguna parte de la Colonia Industrial. ¡Pero qué culpa se tiene semejante morador que se enfrente al humano, objeto o lo que sea. Muchas veces me pregunto cuánto sufrimiento se experimenta en este México al revés, donde se protege desde cualquier trinchera al nefasto y se pisa al humilde, o donde la libertad de expresion se manipula a modo, según el gobernante en turno. La Ley de Imprenta se desvanece cual nebulosa, cuando se ven amenazados los titiriteros.

Quisiera dejar muy en claro que al azar tomé una ciudad y nombre que me evocaron contrastes con otrora diáfano recuerdo, máxime que, como cada febrero desde 1960, estamos cerca del Congreso Nacional Mexicano de Reumatología 2021. Si quieren llamarlo de alguna manera fue una forma de presentar una metáfora inversa.

Urge una “rehabilitación” de las políticas e instituciones públicas, que han arrastrado lastres, que, como en cualquier arista de la vida, se verá transforamada después de la pandemia. Es un lavado de cara y hay que provecharlo. Urge gente experta -no improvisados-, no quienes están en un lugar porque no les queda de otra. Es necesario enfocarnos en los seres humanos como entes integrales bio-psico-sociales, y olvidarnos de la multifragmentación, que es una constante cual defecto de práctica profesional. Empaticemos con nuevas formas, cambiemos el oscuro fondo que nos persigue cual fantasma de la ineficiencia e insensibilidad. Mantengamos esa hermosa postal del Arriaga chiapaneco y no de los “arriaga de amargura”.

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