|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Lluviosa tarde, cual caprichoso clima que domina en estos tiempos la península, y mientras me dirigía al consultorio, atrajo a mi atribulada mente reciente evento que, por lo súbito e inesperado, pillo por sorpresa a propios y extraños de emblemático hospital. Me refiero a joven galeno, a quien se le facilitó su entrada al coloso -previo compromiso bilateral-, días antes, decidió abandonar el bergantín, claudicando a su otrora convicción de servicio institucional. Fue atrapado en las redes que embalsaman temporalmente: el interés económico que le ofrecieran en otras tierras.

De forma concatenada, me recordó la conocida expresión “Quinta columna”, que se atribuye al general Emilio Mola, al referirse en una locución radiofónica de 1936 al avance de las tropas sublevadas en la guerra civil española hacia Madrid. El general mencionó que, mientras bajo su mando cuatro columnas se dirigían hacia la capital, había una quinta formada por los simpatizantes del Golpe de Estado que, dentro de la capital, trabajaban clandestinamente en pro de la victoria (traidores). Misma situación en diferentes escenarios se vivieron en Pearl Harbor o en la Rusia de Stalin en 1941.

Cualquier semejanza con tu vida laboral o privada es pura coincidencia. Cuántas veces ante la adversidad, más allá de las diferencias en credo o religión, nos unimos para sacar adelante cualquier empresa de beneficio colectivo, y nunca falta el/la egocentrista, egoísta y traidor(a), que, allende valores, nos desilusiona cual Judas contemporáneo.

Este sujeto, ante su falta de principios, se convierte en la quinta columna, hace cualquier cosa por quedar bien con el superior, mientras realiza lo imposible por dejar mal al grupo que lo cobija. Muchas veces utiliza argucias, que sólo destacan su pusilanimidad. Busca de forma incesante comprar conciencias, a través de la venta de ilusiones, y no falta, como siempre, aquel que, con grácil verborrea, manipula a representantes o superiores. El canto de sirenas sólo puede atrapar al débil de carácter, más allá de su formación o jerarquía alcanzada. ¿Están de acuerdo?

¿Pero cómo detectarlos y saber que a través de manipulación de cifras estadísticas o argumentos falaces, estos pequeños y oscuros sujetos llegan a tener el poder o facilidad de engañar a muchos en “poco tiempo”? Nombres sobran en instancias e instituciones que se tambalean, valor falta para evidenciarlos y erradicarlos. ¿Acaso no la unión hace la fuerza?

Es venturoso conocer elementos valiosos, que cotidianamente con acciones dejan huella perenne, destacando congruencia con sus convicciones, sin temer a los serviles que envidiosamente obstaculizan con afán su crecimiento. Paradójicamente otros, como he destacado, más tarde que nunca, el oportunismo los atrapa. Cual nebulosa vemos cómo se pierde ese valor de los abuelos en quienes era suficiente la frase: “Mi palabra habla”.

Lo más leído

skeleton





skeleton