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Muy ad hoc a estas épocas de altibajos y tan necesitados de alcanzar excelencia en el servicio atrajo sin querer mi mente los bíblicos pecados capitales. Así tenemos la soberbia, avaricia, envidia, ira, lujuria, gula y la pereza. Quién no se ha topado con “el pequeño de al lado”, que con frecuencia presume y se jacta con irreverente soberbia sobre presunto excelso desempeño, derivado de pírico logro.

Como paciente, en la mayoría de las veces valoramos de sobremanera el servicio que se nos ofrece, la facilidad para adquirirlo o recibirlo y la comunicación asertiva de la gente comprometida; la sumatoria de elementos de valor dictados acallan inclusive algunas carencias e inconvenientes durante el proceso médico-administrativo. El servicio por definición se entiende como la asistencia completa y suficiente a los dolientes que recurren por ayuda, cuando su salud se quebranta. Por cierto, allende letras plateadas sobre mármol y pisos pulidos.

Todos los días podemos realizar grandes y pequeños actos de excelencia. Nunca debemos dejar de atender a alguien, por considerar que es muy poco lo que podemos hacer, con escasas monedas. Emulando a maestros de la medicina yucateca, debemos sacrificarnos y prestar apoyo a cualquiera de forma expedita, evitando largas horas de espera, condicionado por juntas y burocracia estéril, que de facto amenazan la razón de existir enunciado dentro de la misión. Cuánto vedetismo dirían en los 70, al ver películas de “ficheras”.

A lo largo de la vida todos dependemos de otras personas. Muchos de nosotros hemos necesitado protección durante una enfermedad o hemos requerido dinero durante una crisis económica. Luego entonces, darse así mismo de forma íntegra es lo que realmente vale al momento de servir en cualquier nivel. Despierta iluso, no existe la sangre azul, ponte a trabajar si quieres trascender y lo digo yo, con conocimiento de causa.

Regresando a los pecados capitales y agrestes obstáculos por evitar servir a semejantes, te recomiendo, según quede el traje, alejarte de la avaricia y no hacer negocios turbios; despójate de la ira cuando te sacan de tu espacio de confort, alejando de forma aparejada que la pereza te haga presa. Esa potencial falta de actividad con ceguera de taller podrían conducirte a la lujuria con escapes y alejamiento de responsabilidades contraídas. Finalmente te aseguro que la envidia insana al ver a “David”, achicando al cretino “Goliat”, pueden orillarte al precipicio de la ignominia.

Concluyo estas reflexiones sobre el servicio, sin pensar en carencias y resistencias de los insignificantes de corazón y acción que: “quien no vive para servir, no sirve para vivir”. El nivel o tamaño no importa, sino el deseo de luchar y arrancar una sonrisa o un gracias, a quien deposita la confianza y su vida en el segundo nivel, peldaño de excelencia humana. Cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia. 

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