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Misterio a la vista. Así me lo confirman las fotografías y retratos: el enigmático escritor Traven sentado de perfil; más adelante lo observo calzándose una de las botas.

Pero también con un grupo de expedicionarios a punto de internarse en los laberintos lacandones.

O acompañado de una familia, ¿tal vez la suya? Lo cierto es que por todas partes de esta casa se siente la presencia de aquel viejo ermitaño que adoptó la tradición mexicana como estilo de vida.

Esta fue su casa, por supuesto, nos indica el gerente del inmueble que hoy es un hotel en el corazón de San Cristóbal de las Casas.

Es un pueblo de migrantes. No es casualidad que uno de los fundadores, Fray Bartolomé de las Casas, haya sido también de los primeros viajeros en pernoctar ahí.

Entre la lista de personajes históricos que arribaron al pueblo, se encuentra un trotamundos de la ficción, un fabulador trasatlántico. La obra enigmática y proverbial del escritor B. traven es casi tan misteriosa como su vida.

Me gustaría poder afirmar que el autor de Macario y Canasta de cuentos mexicanos era alemán, aunque ese dato es discutible; me gustaría, también, confirmar que la letra B, lapidada por el punto antes del apellido, implica el nombre Bruno; sin embargo, es una imprecisión histórica.

Lo confirmado es que el autor fue alemán por antecedente, mexicano por exilio, pero, sobre todo, universal a causa de sus lectores.

Mucho tiempo después de formar parte de diversos grupos de teatro en Berlín y Dusseldorf, luego de haber sido parte de la prensa del consejo central en Alemania, tiempo más tarde de ser acusado de alta traición y convertirse en uno de los más buscados por parte de la página policial de Baviera, B. Traven atravesó el mismo océano que recorriera Fray Bartolomé de las Casas, cuatrocientos años antes, para llegar a un México que dormía, como una bestia, sobre sus propias fauces.

Era ruso pero, para mí, siempre quiso ser alemán -confiesa un guía de turistas, encandilado por la conversación-.

Se casó tres veces, y tenía una hacienda, aquí en el pueblo -afirmó antes de indicarme cómo llegar a la casa del escritor fugitivo.

La residencia se encuentra en la esquina 1 de marzo, a un costado de la catedral. Fue adquirida por una franquicia importante de hoteles.

Y no existe ninguna placa conmemorativa que indique la relevancia del sitio; de hecho, las únicas huellas del pasado son las fotografías que permanecen expuestas en el recibidor.

Antes de salir vuelvo a mirarlo, a observar su rostro suspendido en la aventura, en el misterio de la vida, esperando desaparecer de súbito, para siempre. B. Traven, el ermitaño, lo consiguió. Pero su obra no.

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