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Ser optimista, es abrigar esperanzas, significa tener expectativas de que, en general, las cosas saldrán bien en la vida a pesar de contratiempos y adversidades. 

El optimismo evita que caigamos en la desesperanza y en la apatía ante la adversidad. La esperanza, el optimismo y el pensamiento positivo reportan beneficios en la vida.

Por supuesto, me refiero a un optimismo realista que suma esfuerzos y se anima con posibilidades humanas y no soñadoras e ingenuas. El optimismo es como uno se explica a sí mism@ sus proyectos.

Los optimistas son los que, cuando algo no sale bien, piensan que si modifican algún aspecto de su actuación lograrán el éxito al siguiente intento y/o oportunidad, a diferencia del pesimista que se llena de pensamientos negativos y de ineptitud, diciendo: “Esto no se puede”.

Estas dos actitudes y pensamientos tan opuestos tienen profundas implicaciones en la vida de las personas.
El optimismo es la combinación del talento razonable y la capacidad de seguir adelante ante las derrotas.

Es la habilidad para motivarse y lograr lo que uno anhela. Se ha comprobado que la estructura mental del pesimista conduce al desánimo y a la desesperación, mientras que la del optimista genera esperanzas.

Por ejemplo: el optimista no se considera a sí mismo como el motivo del fracaso sino que lo atribuye a algún otro factor de la situación.

El optimismo y la esperanza, al igual que la impotencia y la desesperación, se aprenden.
La “autoeficacia” es la creencia de que uno tiene poder sobre los acontecimientos de su vida y acepta los desafíos tal como se presentan.

Al desarrollar una competencia se refuerza la noción de “autoeficacia”, haciendo que se esté más dispuest@ a correr riesgos y mayores desafíos; al superarlos aumenta la noción de “autoeficacia”.

Esta actitud hace que la persona utilice de manera óptima sus habilidades.

Albert Bandura, psicólogo, dice: “La convicción de la persona respecto a sus habilidades las refuerza y encuentra la mejor manera para manejar lo que emprenda en lugar de preocuparse por lo que pueda salir mal”.

¿Cómo es tu actitud?, ¿optimista o pesimista? Ahí está el éxito o el fracaso en lo que emprendas.
¡Ánimo!, hay que aprender a vivir.

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