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El asombro es la capacidad de ver, de aprender, de ser. Es tener la mirada transparente, la memoria limpia cuando algo es nuevo; es maravilloso cuando se ve por primera vez. La capacidad de asombro del ser humano es la de su propia vitalidad. Cuando se es joven se tienen ideales, se quiere hacer algo por nuestro país, por el mundo, por la humanidad y muchas veces, al compartir estas ideas con quienes se cree que se encontrará ánimo y dirección, solo se encuentra desesperanza y desánimo, como: “Ni yo, ni tú, ni nadie puede hacer nada para componer el desastre en que la humanidad se ha convertido. Resígnate a la realidad, cuanto antes mejor”.

Para mí, esto es criminal. Es robar asombro y sueños, es destruir ideales. Por esto, cuando hablo con jóvenes y preguntan si es verdad lo que les dijeron, si es que tiene que pasar siempre lo mismo y que la humanidad no tiene remedio, les digo que todo puede mejorarse si sabemos verlo y creemos que sí se puede.

Volver a la propia vida, que es la única que vivimos, la que sí podemos dirigir y en la que sí podemos proyectar experiencias personales sobre los ambientes sociales; tener esperanza, alegría de vivir, entusiasmo de alma y pensamiento y atreverse a vivirlos en la propia vida como señal y luz que muestre y proponga que aún hay mucho bien que hacer en el mundo, ¡con valentía, calor en los corazones y vida en la vida!

Es cierto que uno no puede cambiar a nadie. Cada quien, si quiere, puede mejorarse a sí mismo y con la propia vida proyectar luz y sabor para ver y saborear lo que sí es bueno y fraterno. De poco sirven la inteligencia y el estudio, el éxito y la fama si el egoísmo no permite compartir con los hermanos.

Hay que tener la disposición de dar y recibir, con la esperanza de que el bien se multiplique, esforzándose y propiciando que esa energía contagie a los demás (sinergia). Y así, propiciar que más y más personas crean en sí mismas, se enamoren del bien, logrando el bien común.

Toda la existencia del ser humano es un lento aprender a decir ¡sí! Parece sencillo decir que sí en cualquier momento; sin embargo, hay un sí más serio, más profundo y comprometido, más vital y decisivo que es decir sí a la vida para que tenga sentido, dirección, valor y finalidad. Es el sí que define, que sale de muy adentro, que le da fuerza a nuestra palabra y a cada persona, razón de ser. El sí comprometido en el gozo de caminar juntos.

¡Ánimo!, hay que aprender a vivir.

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