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Nadie puede construir un mundo mejor sin mejorar a las personas. Cada uno debe trabajar para su propia mejora.- Marie Curie

Las personas desarrollamos nuestras capacidades al relacionarnos y vincularnos con otras personas y con otras realidades. Entonces se pueden crear modelos de vida solidaria en la familia, entre amigos, entre compañeros y ciudadanos. El más natural y necesario de los vínculos humanos es la familia.

Los vínculos se forman cuando diferentes personas tenemos valores comunes. Cuando se practica la solidaridad y la acompañan la generosidad, la disponibilidad, la cooperación y participación con los otros. Quien es solidari@ es generos@ y no egoísta. El egoísmo siempre malogra las buenas relaciones humanas. Quien es solidari@ es capaz de participar, muchas veces, renunciando a sus puntos de vista para desarrollar los valores que se comparten en el grupo; esto exige el conocimiento de los propios límites para poder obtener del grupo, de la comunidad familiar o social el estímulo necesario y apoyo que se necesite de manera personal. Igualmente se requieren libertad interior, equilibrio emocional, capacidad de comunicarse con todos, serenidad, sensibilidad hacia los más necesitados, ser veraces y coherentes entre el pensar, decir y hacer.

Yo creo que en general las personas tenemos la capacidad de ser solidarias y generosas con los demás, especialmente en las desgracias y hasta se puede llegar al heroísmo en circunstancias extremas en las que aparece la grandeza del alma humana. Son personas de corazón solidario con el prójimo y sus acciones heroicas tienen algo de sublime. Seguro que hemos presenciado o sabido de actos heroicos cuando ocurren catástrofes naturales como terremotos, inundaciones y otros momentos y casos con peligro de muerte o de necesidades extremas en nuestro país y en otras partes del mundo. Situaciones realmente conmovedoras que nos muestran la nobleza y grandeza del corazón humano.

Definitivamente no podemos esperar vivir sucesos extremos para practicar la solidaridad y la generosidad con nuestros semejantes, en la familia, en algún grupo social y en la comunidad. Cada momento y diferentes circunstancias de la vida nos dan la oportunidad de ser generosos y solidarios no sólo compartiendo bienes materiales sino con nuestro tiempo y colaboración desinteresada. Lo importante es más que nada la actitud interior con la que se presta, con amor y responsablemente, el servicio que contribuya al bien común.

Cuando nos unimos solidariamente al bien del prójimo, con ánimo abierto y generoso, crece en nuestro interior una energía nueva y una felicidad que ni el dinero ni ningún otro bien pueden dar, jamás. Practiquémoslo y el mundo será mejor para todos.

¡Ánimo!, hay que aprender a vivir.

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