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Vaya con el año que acaba, en el que meteorológicamente hablando ocurrió de todo, empezando con los frentes fríos que no llegaron tan fuertes a principios, como se esperaba, y los pocos que arribaron fueron secos, dejando un gran déficit de agua hasta abril y uniéndose a la sequía que ya se traía desde 2018, sólo comparable con las de 1986 y 1987 que fue la última gran sequía sufrida, tan es así que el agua subterránea estaba en niveles mínimos, no vistos desde las fechas antes mencionadas. Aunado a eso se presentó una oleada de incendios con bancos de humo que cubrieron a la ciudad de Mérida en abril, algo que no había ocurrido en muchísimos años, y luego las tormentas de arena del Sahara que fueron muy densas y cubrieron buena parte del cielo por varios días y se hizo una polémica sobre si beneficiaban o era contaminación de partículas disueltas jamás medidas en Mérida sobre todo.

Luego se adelantaron las lluvias a mediados de mayo con acumulados de altura de lámina de agua que superaron ampliamente al promedio de precipitaciones en ese mes, siendo el más lluvioso en los últimos 20 años. También comenzaba la emoción, ya que el 1 de junio se inició a tambor batiente la temida temporada de ciclones tropicales; empezando tuvimos la afectación de la tormenta tropical Cristóbal, que nos dejó acumulados de altura de lámina de aguan precipitada a niveles récord en Yucatán. Llovió en promedio la cantidad de 600 litros por metro cuadrado, algo que no se tenía registro en la historia, ni con el paso del huracán Isidore en 2002, que había dejado 250 litros por metro cuadrado.

Cristóbal produjo la formación de lagunas temporales, recuperación inmediata de los niveles de agua subterránea, incluso elevando el nivel del mismo hasta tres metros sobre el promedio, causando escorrentías superficiales jamás vistas en la historia de Yucatán, inundación de muchos poblados del oriente y sur del estado y cascadas en los cenotes; algo increíble en verdad, pero desgraciadamente también muchas pérdidas económicas, destrucción de la infraestructura y algunas vidas humanas.

Llegó el verano, pero la pandemia mantenía a todos en confinamiento; fue un verano tranquilo, con lluvias por debajo de lo normal, y con miedo esperamos septiembre, el mes de los potentes huracanes, habiendo una gran actividad en la cuenca del Atlántico a donde pertenece la península de Yucatán y aunque ya nos había ido mal por la afectación de Cristóbal, quedaba aún la esperanza de que nos perdonara y sí nos perdonó, pero llegando octubre se desató la furia de la naturaleza con la llegada casi seguida de la tormenta tropical Gamma y los huracanes Delta y Zeta, que dejaron otra vez destrucción en Yucatán. Ocurrió lo increíble: las lluvias copiosas que trajeron sobre elevaron el nivel del agua subterránea a 5.20 m y con ello todo lo que se encontraba igual o por debajo de esa altitud se inundó porque rebosó el acuífero, afectando el norte y noroeste de Mérida y toda la zona norte y noreste de Yucatán. Para finalizar tuvimos nuestra Navidad con un frío que no se sentía desde el año 2003.

¡FELIZ AÑO NUEVO 2021 A TODOS!

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