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No es que uno crea que la profesión que ejerce es de la mayor importancia para la humanidad –lo mismo podría decir el plomero o el médico, ambos indispensables para la buena marcha de la vida-, pero, examinando fríamente las cosas, tenemos que concluir que la prensa es, como se dijo en reciente artículo de El País, pilar imprescindible de la democracia (la nota dice liberal, pero yo le quito el adjetivo).

Y es que si nos vamos a la historia –la reciente y la antigua, incluso desde los inicios de la escritura, cuando aún no se llamaba prensa al ejercicio profesional de la libertad de expresión-, la posibilidad de tener una tribuna para denunciar abusos de la autoridad y para promover los derechos del hombre ha sido motor de progreso social. Tener una prensa libre, lo más lejana posible de los intereses del gobernante, es del mayor interés para las organizaciones humanas (desde ciudades hasta empresarios y grupos civiles).

Por eso es preocupante –y no solo para los periodistas que quedarían sin trabajo- la noticia de que va a cerrar sus puertas el Museo de la Prensa (Newseum), en Washington, en lo que la nota del periódico español llama“una metáfora del declive de una industria que un tiempo fue... un próspero negocio”.

Según esa nota cargada de pesimismo,“el periodismo que conocimos se ha ido para siempre”, aunque también da pábulo a una leve esperanza: “Que sea posible generar unas nueva industria en torno a nuevas tecnologías” y afirma que “como periodistas es nuestra obligación intentarlo. Como ciudadanos es nuestro interés conseguirlo”.

Quisiera no compartir las ideas planteadas en esa información –que es mala noticia para todos-, pero a la vista de lo que acontece con nuestro oficio tengo que admitir que hay mucho de razón y de verdad en lo planteado. No va a faltar algún joven colega reportero –de esos que presumen su título universitario- que diga que es cosa de viejos periodistas que ya vieron pasar sus mejores épocas y no tienen idea de lo que hoy es hacer periodismo, pero desafortunadamente la terca realidad está del lado de esos viejos que no podemos callar ante lo que vemos venir . Quizá sea cierto que el periodismo que conocimos “se ha ido para siempre”, pero lo que viene no es mejor que aquello que era útil a la sociedad como tribuna de denuncia ciudadana y como defensa de las mejores causas de la humanidad.

Hace unos días conversaba con un buen amigo y colega sobre las nuevas generaciones de periodistas –quizá mejor dotadas técnicamente que nosotros que aprendimos sobre la marcha-, y una de las cosas en que estuvimos de acuerdo es en que falta pasión y corazón para hacer el trabajo (yo decía inclusive que falta preparación, cultura, visión amplia y capacidad de emplear bien el idioma) y que ya no veo a reporteros como aquellos antiguos en la primera fila de los luchadores sociales.

Hoy México necesita ciudadanos que sean capaces de confrontar a la autoridad, decirle lo que está haciendo mal, demostrarle que se equivoca y exigirle un trabajo cabal en beneficio de sus mandantes. Y no los veo entre las filas de los periodistas.

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