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Muchos hombres, miles, diría sin exagerar, suscribimos la demanda “desde la rabia, desde el hartazgo de la vulnerabilidad que nos violenta todos los días y que se ha llevado la vida de millones de mujeres en todo el mundo”, que figura en un escrito que un “Comité Organizador de la Marcha del Silencio” (celebrada el lunes 25 por la noche en calles de Mérida) dirigió “a los medios de comunicación” y en el que plantea una serie de consideraciones respecto del trabajo periodístico y la forma en que, según ese comité en el que no aparece la firma de nadie, debe realizarse esta labor informativa.

Al menos yo (y no creo que ningún hombre medianamente inteligente no haga lo mismo) me declaro totalmente de acuerdo con su marcha del silencio para exigir –en el Día Internacional para Erradicar la Violencia contra las Mujeres- el respeto a los derechos humanos de las féminas en un estado donde 7 de cada 10, dice el escrito, han vivido algún tipo de violencia y más de cien mil han reportado ser víctimas de la pareja.

El tema de la violencia familiar –del que no están exentos de ser víctimas algunos hombres (una cifra mínima, es cierto, frente a la de ellas)- en Yucatán es de proporciones inmensas. Lo que se denuncia es apenas la punta del iceberg porque en muchos casos –la mayoría debido a la ignorancia del violentado o la violentada- no llegan a tribunales y menos se hacen visibles a través de los medios de comunicación.

Hasta aquí, ninguna objeción. Las cosas empiezan a cambiar cuando se advierte en el escrito un claro intento de manipulación de los periodistas, a quienes esas incógnitas integrantes del Comité pretenden dar lecciones de cómo hacer su trabajo y les “invitan” a sumar esfuerzos “desde el trabajo pleno del periodismo imparcial, el cual excluye cualquier tipo de postura personal, política, religiosa y económica que comprometan el contenido objetivo de dichas acciones”.

También proponen “un trabajo periodístico que sea imparcial y enérgico, enfocándose a cumplir los lineamientos teóricos y prácticos del periodismo” y piden que a los “espacios feministas” sean únicamente mujeres quienes asistan “como representantes de la prensa”.

La conclusión obligada tras leer estas demandas y propuestas es que ese grupo desconocido va a dictar la línea de acción a la que debe sujetarse la prensa si quiere estar en esos “espacios feministas”. Otra cosa, por ejemplo disentir de ellas desde las columnas de opinión, merece ser catalogado como “postura personal” imbuida de tintes religiosos o políticos, entre otros pecados.

En el mencionado escrito, ellas condenan un video de una televisora local que criminaliza las acciones del movimiento feminista y “promueve un discurso de intolerancia e incitaciones a la violencia en contra de compañeras”. ¿Será tan poderosa esa nota que puede despertar esos sentimientos de odio en grupos sociales? No lo creo. Le echan mucha crema a los tacos de un medio de difusión.

Les recordamos las palabras del prócer de la 4T: el fuego no se combate con fuego.

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