Disculpas a doña Michelle
El Poder de la pluma
Hace unos días puse un comentario en Facebook sobre las declaraciones de la secretaria de Fomento Turístico, Michelle Fridman, en torno a la necesidad de promover dentro y fuera de México a Yucatán como “destino de turismo médico”.
La nota recibió decenas de comentarios, algunos de respetables médicos, uno en especial que decía que medicina y turismo son “como el agua y el aceite” y no deben mezclase los conceptos porque una es servicio al doliente y el otro es pachanga, con lo cual estoy casi de acuerdo.
Desde luego no soy especialista ni en medicina ni en turismo, pero creo que no le hace daño a la profesión de los discípulos de Hipócrates que se promueva en otros lares la visita de pacientes a consultorios y hospitales, porque –aparte la bien ganada fama de buenos médicos de los yucatecos que de por sí atrae a miles de personas al estado- es una oportunidad de negocios y de ingreso para muchos profesionales y trabajadores.
Lo único que critico es ese afán de dar a entender que “ahora sí” se van a hacer bien las cosas, que se han hecho muy bien desde hace decenios, aunque, desde luego, se pueden hacer mejor.
La avalancha de turistas a Yucatán no es fruto de este gobierno, sino de una actividad que se ha desarrollado, a cargo de yucatecos, con altos estándares de calidad durante mucho tiempo. No les van a enseñar a hacer tacos con tostadas.
En esa misma opinión vertida en Facebook, un sujeto que me parece de muy baja ralea emitió comentarios denigrantes y de muy mal gusto contra la funcionaria. Desde luego, no solo no los comparto, sino que los censuro con toda mi capacidad de indignación. La vida privada de las personas es un ámbito que merece respeto.
La señora Fridman es una mujer, como todas las mujeres, digna del más grande respeto. Yo jamás diría nada parecido a lo que aquel pobre individuo escribió. Una disculpa a doña Michelle.
El tema me permite ligar el siguiente comentario: en diferentes medios (sobre todo en redes sociales) se han proferido ofensas contra la joven maestra oaxaqueña Yalitza Aparicio, protagonista de la película “Roma” (que, aquí entre nos, no me robó el corazón), a quien un pésimo actor llamó “pinche india” y otras y otros de su “clase” pidieron que no sea postulada a ciertos premios.
Esos señalamientos ofensivos revelan cuán lejos estamos en México de ser tolerantes e incluyentes (ahora dicen inclusivos), no obstante que somos una nación de mayoría mestiza y con una población indígena que supera los 11 millones de personas.
minorías en este país, sean por su raza, su orientación sexual o por alguna incapacidad se hallan en estado de vulnerabilidad permanente. Vivimos, y eso es triste y doloroso, en una nación profundamente racista y clasista.
Ya desde los lejanos tiempos del siglo XIX (José Guadalupe Posada) se nos hacía ver, pero poco o nada ha cambiado.