El destino de Yalitza y su pueblo
El poder de la pluma
Voy a meter mi cuchara en un tema que sí me importa: el revuelo nacional que ha causado la presencia de la profesora Yalitza Aparicio en la ceremonia de entrega de los premios Óscar. Igual que todos (o la mayoría de) los que se meten a opinar, aclaro que no soy experto en cine y por eso no voy a hablar del filme que le dio fama.
Creo que hay comentarios desmesurados de personas que dicen que en México hay un antes y un después de Roma, la película de Alfonso Cuarón que sacó a la luz pública a la joven oaxaqueña y la llevó a codearse con las grandes luminarias del cine norteamericano. El lunes 25 veía el noticiario de las 2 de la tarde en Imagen Televisión, que conduce Yuriria Sierra, donde, empezando por ella, todos los que participan parecían poseídos de fervor yalitziano y la ponían como la gran reivindicadora de su pueblo. Hasta porras le echaron.
Qué bueno que fuera cierto y que Yalitza lidere un cambio profundo y verdadero contra la marginación y el estado de abandono en que viven los indígenas mexicanos (y los del mundo entero) y que las encargadas del servicio doméstico (que es a una de ellas a la que representó) tuvieran modos de hacer valer la justicia a la hora de cobrar por el trabajo arduo y pesado que desempeñan.
Pero no va a ser así: la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas –que es la que otorga esas preseas- dentro de unos días se va a olvidar de ella (y consecuentemente de las mujeres a las que da vida en el filme) y nada o muy poco va a mejorar en su pueblo y en el resto de México. Los 11 millones de indígenas que se calcula hay en el país van a ser olvidados nuevamente. Seguirán arañando a la tierra algo para su sustento o huyendo de la lacerante pobreza tratarán de llegar a Estados Unidos, donde serán lavaplatos, afanadores y servicio doméstico (labores que, según célebre frase foxiana, ni los negros quieren hacer).
Las mujeres sobre todo (abandonadas en sus pueblos por los hombres) seguirán caminando leguas (cada legua tiene cuatro kilómetros) en busca de un poco de agua, cargando bebés en las espaldas y llevando rapazuelos agarrados o sufriendo llagas en las manos mientras desgranan un poco de maíz para hacerles las tortillas a los suyos y matarles el hambre con un poco de frijoles y chile. Esa es la realidad de la mayoría de los que pomposamente llaman los pueblos originarios.
Se seguirán extinguiendo idiomas indígenas y con ellos la cultura de los pueblos que los hablan.Entonces, cuando eso termine de suceder, nos habremos empobrecido más como nación.
Yalitza volverá a su escuela, ya no saldrá más en las portadas de las revistas de espectáculos (que explotan el morbo) ni usará trajes de grandes modistos y modistas (y para mí que eso sería lo mejor); quizá alguna vez un periodista se acuerde de ella y vaya a ver cómo vive y si ya se casó. Sus compañeros de raza continuarán en el olvido y viviendo del asistencialismo que más los empobrece.
Ojalá me equivoque.