|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Somos más de lo que pensamos y lo que hablamos. Poseemos la habilidad de transmitir sentimientos sin pronunciar palabra alguna. En increíble magnitud cada mirada puede susurrar el pensamiento más bello de evocación a la vida misma. Cada latido es capaz de gritar un nombre mientras que, al ritmo de la sangre, fluyendo por las venas, sobresalen los deseos que nos retornan directamente hacia la paz.

Si prestamos atención podremos darnos cuenta de que incluso una melodía posee matices de que impactan en nuestro interior al traducir cada nota en alegría o tristeza. Lo mismo sucede con el pintor que utiliza el pincel como instrumento de lenguaje para demostrar que cada minuto de nuestras vidas representa una enorme pincelada fresca que se plasma en nuestro existir. De igual modo ocurre al mirar una fotografía y emitir un suspiro que atraviese las barreras del tiempo y el espacio permitiéndonos vivir de nuevo aquel momento o simplemente sentir cercano a quienes no se encuentran con nosotros.

Detrás de los silencios se ocultan secretos y verdades que solamente el alma conoce; algunos dulces y otros tan amargos que se transforman en hiel, pero que se van endulzando con el paso de los años hasta formar parte de un borroso recuerdo para posteriormente disiparse como el humo en el viento. Sin embargo, en algunas ocasiones el mutismo suele ser peligroso al esconder por siempre lo que el espíritu vibra, perdiendo como consecuencia la oportunidad de sentirnos más vivos, más felices, más realizados, más amados.

Existe algo que no pronuncia frase alguna, pero que es capaz de retumbar de forma ensordecedora sin que pueda evitarse: es el ruido que emite cada latido de nuestro corazón. El mismo, de forma involuntaria nos dicta realidades que no somos capaces de ver y, es en este caso, cuando se convierte en inevitable el hecho de creer que podemos conocernos mejor si al imaginar algo llevamos rápidamente la mano hacia nuestro corazón y sintiéramos el ritmo que marca; tal vez éste sería un buen método para obtener respuesta hacia alguna incertidumbre. La enseñanza sería que cuando nos dé temor el hablar, evoquemos con la mente y dejemos que nuestras emociones griten.

Somos simplemente un puñado de sensaciones que se escurren con cada acción llegando al punto en el que apagarlas resulta prácticamente imposible. Comunicar sin emplear el habla es una virtud humana tan prodigiosa que debe emplearse sin vacilación y con tanta pasión que sea imposible el hecho de querer contener todo lo que poseemos. Entonces, vibrar está permitido y estremecerse con emotividad debe de disfrutarse al punto de sentir cómo se desborda la propia imaginación porque somos demasiado como para mantenernos ocultos marchitando nuestra existencia. Por ello, permite que tus ojos reflejen tus anhelos y que el calor de tu tacto haga saber lo que vive dentro. Dialoga sin palabras y recita con tal profundidad y en tal magnitud que se logre impactar en dimensiones sorprendentes el alma ajena hasta las entrañas para brindarle color a lo vacío, contagiando con impacto y algo de luz todo nuestro alrededor

Lo más leído

skeleton





skeleton