El café y el cacao en la Península de Yucatán (I)
Miguel Güémez Pineda: El café y el cacao en la Península de Yucatán (I)
A diferencia del cacao (kakawen lengua maya) que fue producido y consumido de diversas formas por los antiguos mayas peninsulares, el café en grano originario del oriente de África, y traído de las islas del Caribe a las costas de Veracruz, no tuvo gran aceptación. En Yucatán se comenzó a cultivar en haciendas, fincas y ranchos, poco tiempo después de su introducción a nuestro país a principios del siglo XIX. Se cultivó hasta 1847, aunque no a gran escala, en el partido de Valladolid y, en menor proporción, en el de Tizimín.
Pasados los años más críticos de la Guerra de Castas, el cultivo del café se reinició, aunque solo algunos productores se dedicaban a esta labor. Víctor Suárez Molina, señala la existencia de plantaciones de cafeto en la finca Acambalam de Valladolid de la familia Rivero Figueroa y, en menor medida, en las fincas Tacchebilá (Espita) e Xmaben (Hopelchén); también se hallaban algunas pequeñas plantaciones no mayores de 50 mecates en el sur como Tekax y Peto, en las que trabajaban peones mayas.
A fines del siglo XIX, se inició en forma regular el cultivo del café en la hacienda Chichén Itzá, entonces propiedad del arqueólogo norteamericano Eduard Thompson, a la par que se dedicaba a otros cultivos y a la cría de ganado. En ese entonces se inició la exploración y explotación de la zona arqueológica. La hacienda pasó luego a otras manos y el cultivo del café se descuidó totalmente.
En las dos últimas décadas del siglo XIX, así como en la primera del XX, se trató por diversos medios de fomentar y estimular el cultivo del café, sin hallar mayor eco en el medio agrícola, aparte de que las tierras más adecuadas para su cultivo en hallaban en manos de los mayas rebeldes.
El consumo de café en la población yucateca data de fines del siglo XIX, especialmente en expendios y cafés de la ciudad de Mérida y del puerto de Progreso. Una manera tradicional de consumir el café molido era echando agua hirviendo por un colador de tela varias veces a la que se incluía azúcar. En lengua maya se conservó su nombre como káape, káafe o boox ha’ (Lit. agua negra).
La llegada del café industrializado, instantáneo o soluble, tuvo tanta aceptación que la forma artesanal de preparación se fue paulatinamente abandonando. El soluble es básicamente azúcar, grasa, con una pequeña dosis de café y varios aditivos más, incluidos otros granos tostados y molidos. El yucateco no suele consumir el café de olla, elaborado en ollas de barro con piloncillo o panela, clavo y canela, como se acostumbra en las zonas rurales del centro del país.
El consumo de café de grano molido se incrementó en la Península en las últimas décadas, en parte ocasionado por la presencia del turismo que demanda esta bebida. Hoy podemos encontrar establecimientos de café en medios urbanos como rurales.
El cacao fue domesticado y cultivado desde tiempos precoloniales por los mayas yucatecos para su autoconsumo; no obstante, durante el periodo colonial y hasta mediados del siglo XIX fue producido bajo sistemas de trabajo forzado en fincas y haciendas. A fines del siglo XIX, se optó por otros productos más comerciales, rentables y aptos para su cultivo como la caña de azúcar, el maíz y el henequén, entre otros (continuará).