Mayas yucatecos y otros grupos indígenas en la Península
Miguel Güémez Pineda: Mayas yucatecos y otros grupos indígenas en la Península
A la Península de Yucatán han migrado en las úlimas décadas diferentes grupos étnicos que en conjunto suman 57,255. Según datos del Censo de Población y Vivienda (Inegi, 2020), después de la lengua maya, con 764,587 hablantes, las cinco lenguas indígenas predominantes son por su orden de importancia: el ch’ol (19,298), el tzeltal (10,788), el tzotzil (5,509), el kanjobal (3,638), y el mam (3,020), todas lenguas mayences, derivadas del protomaya que forman parte del área lingüística mesoamericana que, aunque comparten ciertos rasgos básicos (gramaticales, tipológicos y fonéticos), no se entienden unos con otros.
El estado de Quintana Roo es el que más hablantes de otras lenguas indígenas, distintas a la maya, ha recibido en las últimas décadas (30,132), la gran mayoría asentados en los municipios turísticos de Benito Juárez (Cancún) y Solidaridad (Playa del Carmen). Le sigue Campeche con 21,198, que residen en los municipios de Calakmul, Candelaria, Escárcega y Champotón; y luego Yucatán con 5,925 hablantes, que viven en municipios conurbados a la capital como Kanasín y Umán, en menor medida en Valladolid. La mayoría de ellos se encuentran ocupados en el sector informal como vendedores ambulantes o desempeñando actividades económicas rudas y mal remuneradas, viviendo generalmente en pequeños grupos o colectividades.
Hoy día, en casi todos los municipios de la Península existen hablantes de otras etnias. Además de las ya mencionadas, existen grupos de hablantes de zapoteco, mixe, náhuatl, chontal y otomí, entre otros. Al momento del Censo 2020, cerca de cinco mil personas no supieron especificar qué lengua indígena se hablaba en la familia, amén de los que los ocultaron o negaron su autoadscripción indígena.
Aunque existen diversos motivos para migrar, en el caso de Quintana Roo y Yucatán, una de las razones aducidas es que se trata de migración forzada de niños/as, mujeres y hombres jóvenes que trabajan largas jornadas con un raquítico salario como vendedores ambulantes en las calles de centros urbanos y turísticos como Mérida, Cancún y Playa del Carmen.
En contraste, Campeche exhibe otro perfil de los inmigrantes, y han sido motivos de tipo religioso, problemas agrarios y la violencia e inseguridad en sus pueblos de origen que los obligó a desplazarse. Los refugiados guatemaltecos, por ejemplo, que llegaron en los ochenta y noventa se establecieron en campamentos improvisados, hasta ser reacomodados en centros de población como Quetzal Edzná, Santo Domingo Kesté y Los Laureles. Algunos se regresaron después de varios años, otros se quedaron a vivir en esta zona donde reproducen, adaptan y revalorizan algunas de sus tradiciones culturales.
Un común denominador de estos grupos de inmigrantes es que generalmente viven en condiciones de pobreza, exclusión, explotación, discriminación y abuso de autoridad. Aún falta por estudiar a profunidad sus condiciones de vida (necesidades, problemas y demandas centrales), especialmente en los espacios urbanos; cómo se insertan al ámbito laboral; cómo interactúan entre sí y con otros sociales, y cuáles son sus percepciones y valoraciones sobre su sentido de pertenencia, su lengua y sus tradiciones culturales.