Yucatequismos en desuso y de uso infrecuente (I)
Miguel Güémez Pineda: Yucatequismos en desuso y de uso infrecuente (I).
Los tiempos cambian y también nuestra forma de hablar y comunicarnos experimenta transformaciones en las últimas décadas. Lejos han quedado aquellos días en los que expresiones locales como “Anoche los niños hicieron tremendo laberinto” (bullicio); “Aviolenta, vamos a llegar tarde a misa” (apúrate); “Tu tía amaneció muy embromada” (enferma), eran frecuentes en nuestros padres y abuelos. O expresiones que prevalecían entre los jóvenes: “Voy a visitar a mi chamaca” (novia); “Compré un flus gris para mi boda” (traje de etiqueta); “¿Cuánto cuesta el intrasmisible? (ticket de baile)”; “Mira a Iván, está quemando” (estrenando). Hoy, en cambio, frases como éstas no solo han quedado desfasadas, sino que, además, las personas que se atreven a pronunciarlas son vistas como bichos raros.
En la época de los 70 y los 80, cuando aún estaba de moda jugar canicas, balero o trompo para recrearnos, surgieron todo tipo de expresiones, algunas graciosas: si las canicas hacían carambola, decíamos que “hicieron chirias”; si el trompo giraba con quietud decíamos que se había quedado dormido, entonces aprovechábamos hacerle lat’ y girarlo en la palma de la mano. Al balero se le hacía capirucho, es decir, se ensartaba repetidamente la punta del palo en el cilindro. Aunque hoy en día han caído en el olvido, las personas mayores, en sus añoranzas, hacen alusión a estas locuciones. A veces pareciera que no se dan cuenta que han caído en descrédito. En dichas décadas, los pantalones pata de elefante, acampanados, los blumers y los alacranes en el pelo de las muchachas, también estaban de moda y no por ello seguimos exhibiéndolos en las calles. Puede decirse que lo mismo ocurre con el lenguaje.
Muchas frases copiábamos de los programas de la televisión, como el adjetivo popof para referirnos de alguien que pertenecía a una clase social pudiente y de abolengo. Se llamaba cutufosa a la persona presuntuosa, vanidosa y/o engreída. A las muchachas muy coquetas se les llamaba cusculina (no coscolina), o si ella gustaba más de la calle que de su casa decíamos que era una xpiringallo. Recuerdos que llenaron aquella época de nuestra vida de vocablos y expresiones que, pese a ser anticuadas, son reconocibles para toda una generación. Hoy vemos estas frases con una mezcla de melancolía, jocosidad y pena.
Las razones por las que los vocablos o expresiones van cayendo en desuso son diversas, ya sea porque los medios de comunicación y las nuevas tecnologías arrasan con ellas y surgen otras como parte de esos cambios tecnológicos. Otras se resignifican o se siguen usando, pero literalmente dicen otra cosa; por ejemplo, mascota (guante de béisbol) y que hoy solo refiere al animal de compañía, o la voz hombrera (gancho de ropa) y que ahora llaman a la almohadilla de los trajes para realzar los hombros. O bien, porque las nuevas generaciones las sustituyen por otras que pueden parecer más actuales: en vez de fósforo le llaman cerillo; a la portezuela, puerta de coche; cordones (agujetas); asalto (fiesta nocturna informal); cabilla (varilla corrugada usada en construcción). Otras voces son de uso infrecuente o se usan indistintamente: tajador/sacapuntas; punzón/ picahielo; pichel/jarra; nevera/hielera; miriñaque/ mosquitero; faja/cinturón; estante/ropero; escarpa/ acera; calzonera/traje de baño; bacín/taza de baño; limpia/paliza; bacalear/fajar; botada/aventón; abalanzar/lanzar, arrojar. (Continuará).