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Pocas veces una exposición genera tanta expectativa y tanta respuesta como la que provocó “Games”, de Ariel Guzmán, que se inauguró el 10 de enero por la noche, en el Museo de la Ciudad de Mérida. Más raro aún es ver filas de gente pugnando por entrar para ver arte, en especial grupos constituidos por familias con hijos pequeños y, sobre todo, jóvenes que nunca habían pisado un recinto museográfico como éste. Sin duda atraídos por el tema, resultó refrescante la atmósfera lograda con esta nueva serie del artista en la cual otorgó primacía a lo lúdico de su pincel y de su concepción del mundo.

Con “Games”, Ariel Guzmán continúa su exploración de distintas vertientes dentro de su obra. En este caso, mediante representaciones gráficas de personajes, símbolos y mitos orientales afines a la posmodernidad que estamos viviendo, a través de videojuegos, animes y mangas, cuyos referentes visuales son hoy por hoy mucho más cercanos que aquellos provenientes de la historia del arte.

De tal manera que, a partir de un juego pictórico, logra un sincretismo cultural que unifica intergeneracionalmente al público, con imágenes que van de fines del siglo XX a principios del XXI. Esta reinterpretación pictórica parte del imaginario visual que nos ha llegado desde Japón, conformando una muestra a caballo entre lo figurativo y lo abstracto, ya que, si bien los personajes que aparecen en sus pinturas son claramente figurativos, se encuentran montados sobre un fondo cuya abstracción deconstruye o fragmenta la imagen.

En ese sentido, el fondo sirve como plataforma virtual de un videojuego en el que los personajes y los receptores se integran de manera lúdica con la pintura, puesto que ciertos guiños gráficos se encuentran dispersos en cada cuadro para que el espectador los identifique, tanto como parte del universo fantástico del personaje o como un referente anclado a la realidad del espectador, donde elementos icónicos de la arquitectura yucateca o de la cosmogonía maya son parte integral de este ejercicio lúdico.

Por ejemplo, el Shinigami, dios de la muerte japonés, convive en un mismo espacio-plataforma con Ah Puch, dios maya de la muerte, siendo estos dos personajes homólogos entre sí, tanto en su carga semántica como en su representación gráfica-virtual. La convivencia y reconocimiento de estos seres fantásticos y demás divinidades busca reflejar las características identitarias que conviven en todo niño o joven nacido a fines de los ochenta y principios de los 90.

Aunado a esto, la muestra también contó con instalaciones: la titulada “Nostalgia” presenta una maraña de cables, circuitos, botones y palancas que alguna vez formaron parte de videojuegos hoy ya en desuso. En otra sección, presentó un happening donde se podía jugar una consola de Super Nintendo justo a un lado de jóvenes que, muy concentrados, barajaban las cartas de un juego de rol. Con ello, dio cuenta de su creatividad y visión integral en cuanto a dicha temática, un vuelco a su carrera de 45 años como artista. You win!

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