Viaje nostálgico por el centro de Mérida (III)
El poder de la pluma
La apertura en el año 2012 de La Fundación Mezcalería vino a complementar la oferta de espacios de entretenimiento nocturno que ya proporcionaba Casa Pompidou. Y a pesar de la diferencia en cuanto a conceptos (uno de música electrónica y el otro de ritmos caribeños), la cultura fue un eje rector para ambos desde el inicio, sobre todo albergando exposiciones temporales de artistas locales y, por supuesto, a exponentes de la nueva música yucateca.
Desde que abrió sus puertas “La mezcalería”, como se le comenzó a llamar, las multitudes hacían largas filas para ingresar al sitio que, aunque limitado en dimensiones, daba la bienvenida a todos sin importar la ropa que vistiera o el estrato social del que proviniera. Un espacio democrático había nacido, un bar en el que lo mismo ocupaban la pista de baile ciudadanos locales que visitantes nacionales o extranjeros.
Precios populares y una marcada vocación artística eran notables en sus paredes, lo mismo que la música en vivo, casi siempre interpretada por yucatecos que finalmente tenían un foro donde expresarse, a la par de poderse codear con músicos de fuera que venían a poner el acento en la algarabía, la gorja y el regocijo que se respiraba en el denso y cálido aire de su interior.
Muchos acudíamos casi a diario al lugar, considerando a “La mezca” –su otro nombre- nuestro segundo hogar. De hecho, en Yucatán el mezcal era una bebida que solo se podía consumir al traerla del centro del país o de la zona del pacífico. La educación gastronómica de los meridanos apenas se iniciaba, gracias a veladas de cata, degustación y maridaje que se organizaban ahí conducidas por maestros mezcaleros traídos ex profeso al ser expertos en esta noble bebida artesanal.
Hace más de una década ninguno de nosotros había dimensionado el fenómeno sociocultural y económico en el que se convertiría el centro histórico de Mérida. Hoy en día la explosión de baile y manifestaciones artísticas las tomamos por sentado en nuestra calurosa cotidianidad.
De Unas Letras a “La mezca” es inevitable mirar hacia atrás con un dejo de nostalgia, pues me doy cuenta de que mi generación ha vivido la evolución de un centro muerto a un centro vivo, como nos gusta a algunos yucatecos. Ojalá se mantenga así.