Morir, no sólo es morir, ¡morir se acaba!

Roberto Diaz y Díaz: Morir, no sólo es morir, ¡morir se acaba!

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Noviembre, mes de muertos. Son días de reflexión y mediación. Al pensar en la muerte se nos arruga el alma al saber que tendremos que morir. Es lo único seguro, es lo inevitable, pero no lo aceptamos y mejor preferimos cambiar de tema.

Jugamos a vivir sabiendo que tendremos que morir. Vivir es ir muriendo cada día, porque cuando nacemos, nuestro reloj biológico comienza su marcha hacia el final. Le tenemos miedo a la muerte porque desconocemos qué misterio esconde detrás de su oscuro manto. Es un miedo ancestral por lo desconocido, por todo aquello que tendremos que pasar, pero no lo aceptamos. Creemos que somos inmortales y que la muerte no se hizo para nosotros. No nos damos cuenta que lo único seguro en nuestra vida es que ¡tendremos que morir!

Termina octubre y empieza noviembre, la nostalgia de la muerte se ve en la naturaleza, caen las lluvias y un aire frío nos invita a reflexionar de la heladez que tendremos cuando el alma se separe del cuerpo y enfrentemos la soledad de la tumba.

Cuando llegue el día del encuentro con la muerte, cerraran nuestro ataúd y el silencio y las sombras abrazaran nuestra alma. Cuando todo haya terminado y la esperanza haya muerto, la única luz que alumbrara nuestra vida serán las obras que dejamos, el bien que en esta vida realizamos y los frutos que en nuestro entorno logramos plantar. Nadie muere del todo, si cuando se va deja amistad, servicio, bondad, sonrisas y amor con su presencia.

Armando Fuentes Aguirre narra esta triste historia. “Hay en el cementerio de Xoclán una tumba, si supiéramos oír lo que las tumbas dicen, escucharíamos esta voz: ‘Yo dediqué mi vida a hacer dinero, es decir, dediqué mi vida a no vivirla. El dinero fue la única razón de mi existencia, que por eso fue muy irracional. Tuve una esposa porque hice cuentas y me salía más barato que no tenerla. Tuve hijos porque pensé que los podría usar para ganar más dinero. Llegué a la muerte sin conocer la vida. En los últimos instantes me asaltó una idea: Debí haber trabajado menos; debí haber vivido más’. Supongo que en el momento de la muerte nadie ha deseado haber trabajado más y haber vivido menos”. Eso nos dice la voz de aquella tumba; por desgracia, estas voces no las escucha nadie.

La muerte nunca tendrá la victoria, pues le ganamos la partida al dejar lo mejor de nosotros en los seres que servimos, ayudamos y amamos. “Morir, no sólo es morir, ¡morir se acaba!

Morir es cruzar una puerta a la deriva y encontrar lo que tanto se buscaba”. Es frase  del sacerdote español José Luis Martín descalzo, y qué buena es para entender que morir es volver encontrarse con Dios, quien nos espera con los brazos abiertos.

Noviembre, mes de muertos, son días de reflexión y de meditación, para pensar en la muerte y disfrutar de la vida. Bien decía Juan Pablo II:

“El cristiano no le puede tener miedo a la oscuridad de la muerte, pues ha depositado su fe en Cristo, que es antorcha de amor y de esperanza, la cual alumbrará nuestra vida hacia la eternidad”.

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