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El Transcriptor celebra el nuevo vestido del periódico Novedades Yucatán, estrenado el pasado domingo 2 de diciembre, con titular dedicado a la primera presidencia izquierdista mexicana: “AMLO perdona, pelea y promete. No tengo derecho a fallar, subraya”. Bebe, por supuesto, su espresso doble, en taza de porcelana china, de las dinastías de Shang y Zhou, por una larga y exitosa vida periodística.

En medio de la celebración, hace su entrada su querida de los viernes. Llega alborotada, aturdida, vapuleada, desesperada: Estoy liquidada, casi fumigada por la nueva administración estatal panista.

Lee esto, erotómano de mi vida, y le extiende el diario de ayer jueves 5: “Reciben finiquitos 700 ex trabajadores del gobierno despedidos sin justificación. Intercede a favor de 700 ex empleados el Tribunal de los Trabajadores al Servicio del Estado y de los Municipios de Yucatán”.

Bueno, dice el también prócer de los viernes, ante un despido arbitrario, procede o reinstalación o una indemnización, y eso hace el Ejecutivo, para evitar pleitos legales.

Sí, responde aquella, pero sigue leyendo: “Hay muchas demandas, obviamente todas las secretarías han tenido altas y bajas, están la Secretaría de Desarrollo Social, la Secretaría General de Gobierno, la Secretaría de Desarrollo Rural, la Consejería Jurídica”.

En todas, concluye aquél, se cometen arbitrariedades, y están pagando por ello 20 millones de pesos, pero, como diría el filósofo de la televisión: “Aún hay más”, según dice el tribunal laboral.

Sí, el problema, enfatiza la Columna Viernes Cultural, es que no señalan expresamente a la Secretaría de Educación, y yo trabajé en esa dependencia casi tres décadas, miles de mañanas comiendo tortas, en la atención de los docentes y de sus organizaciones sindicales, y todo sin sacarles la lengua en ningún momento.

Y así me pagan, liquidándome, pero no con pesos y centavos, sino lisa y llanamente, que porque son órdenes de arriba, y en el techo de la García Ginerés, hasta donde tengo conocimiento, nadie despacha en ese lugar.

Me traen de abajo a arriba, primero con mi jefa, luego con la otra jefa y de vuelta con la inicial, y vuelta y media, y pretenden que yo renuncie, sin ningún motivo, para así no pagarme nada. Voy a tener que ir a ver a César Antuña para pedirle que interceda por mí y por otros colegas, para que nos den algo, y para que nos traten con amabilidad, no como hacen hoy algunas de las jefas educativas.

El Transcriptor también se angustia ante la situación laboral de su querida de los viernes. No sabe qué hacer. Concluye: Ni mandarle un “wascop” al mero mero, porque no sabe si está en Palacio, o en Cuba, o en Corea, o en Japón, o en la Gran China…
De nada… Saludos…

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