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Sin afán de cerrar el año con un tono fúnebre que de por sí ya lo es, ni tampoco enlistar los nombres de todos los escritores fallecidos este 2020, sólo hago mención de algunas tristes pérdidas como Tomás Urtusástegui, Luis Sepúlveda, Amparo Dávila, Carlos Ruiz Zafón y José Vicente Anaya, entre otros.

El mundo está de luto este año. Por eso sorprende y se admira que aún entre todo este ambiente de desolación y derrota haya escritores que no detienen su proceso creativo, los que escribieron incluso sobre estos meses de confinamiento, o algunos otros que retomaron proyectos para publicar. Es emblemática, por ejemplo, esa escena de la película “Hemingway & Gellhorn”, donde, en medio de plena guerra civil española, aparece Hemingway de pie en su cuarto de hotel tecleando sin parar en su máquina de escribir, mientras los bombardeos derrumban edificios y se escuchan detonaciones y gritos. Es la guerra de afuera, pero la escritura también lo es para él, la interna, la que después convertirá en obra y se enfrentará al mundo, y finalmente la que pierde con su suicidio.

Escribir es como lanzarse a un abismo o estar en una guerra, nadie sabe qué hay al final de la caída, ni si hay un mañana o un más tarde, en la incertidumbre de la vida misma y ver la muerte tan real y tan cercana es posible que funcione como una inyección de adrenalina para el escritor, quien busca en el corazón de las letras dejar constancia o testimonio de ese espacio breve que se llama vida.

Creo no se está siendo muy consciente de la importancia que tendrán en el futuro todas estas publicaciones que se escribieron o concretaron en este pandémico año. Más allá de los títulos editoriales de ventas, me refiero a los más honestos y discretos que surgieron incluso para difundirse gratuitamente, y otros que forman parte de antologías, recopilaciones o ediciones pequeñas y sin mayor presunción que la escritura misma y la calidad de los textos; e incluso me refiero también a los que se están dando en el ámbito local, algunos que ya han salido y otros que están por hacerlo pronto. Porque podrá haber luto en el corazón de las letras, pero éstas, fieles como las más fieles de todas, jamás abandonarán a nuestros queridos escritores.

Apenas hace unos días tuve la oportunidad de escuchar la lectura de algunos de los integrantes del “Taller Hipogeo” del Mtro. Víctor Garduño; después de tantos meses fue grato y emocionante escuchar de viva voz de los autores sus cuentos y sus proyectos para continuar publicando. El escritor es un ser dotado no nada más de talento, sino de una capacidad indescriptible para convertir sentimientos tan fuertes como el dolor, la derrota, el miedo, la muerte y otros más que nos rondan como zopilotes estos meses en la tenacidad para sentarse frente a un teclado y, pese a todo, escribir.

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