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El polémico tren para el sureste peninsular, bendecido con el banderazo del presidente López Obrador, carga en el nombre del proyecto un conflicto de intereses y sensibilidades. Bautizarlo como Tren Maya no es una excelente decisión de mercadotecnia. Las cuestiones étnicas, en esta contemporaneidad, son puntos en demasía sensibles a los activistas de los derechos humanos, a los vigías de los ecosistemas, a los procuradores de los impactos culturales y preservación de patrimonios tangibles o intangibles. No se consideró que el adjetivo étnico, maya, es una generalidad de variadas familias dispersa en diferentes geografías que atravesará el ferrocarril de vocación turística y de carga.

En general, los mayas peninsulares y de otros estados del sureste se encuentran escépticos ante los beneficios que traería el proyecto, evidencias de fracaso abundan, la denominada Riviera Maya, primera estación del proyecto, es un paraíso para los que tienen poder adquisitivo y un lugar de explotación para los mayas que emigran a esos lugares para contratarse como personal de limpieza de las playas y otros oficios de servicio en donde son explotados sin miramiento alguno.

Lo mismo sucede con las rutas turísticas mayas o los famosos festivales mayas, en donde los ausentes son los representantes de esta etnia y ni que decir de los políticos que han llenado de promesas incumplidas a los mayas actuales. El pesimismo frente a las expectativas de progreso tiene fundamento. Recapitulando, el proyecto del Tren Maya que enlazaría los estados del sureste resulta indiferente para los mayas, todos saben (cruzoob, yucatecos, chenes, lacandones, choles) que la inconformidad no detendrá las estructuras ferroviarias programadas en la actual administración federal.

Si bien, el proyecto en sí tiene un buen número de detractores, para nosotros, los yucatecos (mayas y blancos), es una oportunidad de lograr mejor conectividad con otras regiones consumidoras de nuestros productos y hay ventajas que nos favorecen. De antemano ya existe una infraestructura y corredores biológicos definidos de Mérida a Coatzacoalcos, estación en donde entroncan los ramales del Chiapas-Mayab, el Ferrocarril del Itsmo de Tehuantepec también confluye y Ferrosur tiene conexiones con Ferromex y éste con importantes ramales a los Estados Unidos.

Son un poco menos de 350 kilómetros que separan a Palenque, última parada del llamado Tren Maya, a los ramales de conexión con otros sistemas ferroviarios, ya señalados. Modernizar esta vía a Coatzacoalcos, Veracruz, permitiría el transporte de grandes volúmenes de la emergente industria local, de forma rápida y segura.

La seguridad del estado es envidiable y es un atractivo para los inversores de capitales, existen las condiciones portuarias y terrestres, el ferrocarril con vocación de carga y turística hoy es una verdadera necesidad. El malestar de los mayas puede ser modificado con proyectos productivos, esto mitigaría la desconfianza de los hombres vulnerados y discriminados en razón de su raza que ven pasar al progreso frente a su territorio, pero sin detenerse (Continuará).

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