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Por muy positivos que intentemos ser, y por muchas ganas que le pongamos al asunto, es una realidad que en ocasiones la vida duele y lamento decirte que no hay paracetamol ni diclofenaco que cure las heridas del alma, esas que arden por dentro y que, aunque son fáciles de disimular, son difíciles de aguantar.

Hay incontables motivos, circunstancias y situaciones que pueden causar dolor en las personas, hay una famosa frase que dice: “el dolor es el precio que pagamos por estar vivos”. Suena poco alentador, ¿verdad?

Viéndolo de esa manera, es muy poco lo que podemos hacer como simples mortales para evitar sentir dolor en algún momento, pensemos que es algo que viene incluido, sin derecho a la devolución, desde el momento en el cual llegamos a este mundo.

No lo podemos impedir, sentiremos, sentimos o hemos de sentir dolor en algún momento, y tengo que destacar que no estoy hablando de los dolores físicos, no, esos se pueden calmar, hablo de los que golpean por dentro a todos los seres humanos, sin faltar uno.

Ante este panorama, lo único que nos queda es aprender a sobrellevarlo, recuerdo que una vez leí que Buda dijo: “el dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional”. Tengo que confesar que en un principio me resultó muy confusa esa frase, pero cuando logré comprender la esencia de cada una de sus palabras me quedó muy claro. No podemos evitar o eliminar la posibilidad de que en algún momento algo nos dolerá, puede ser una pérdida, ruptura, enfermedad, necesidad, ausencia, etc. La diferencia radicará en la manera en la que enfrentemos ese dolor.

Tal vez la situación se torne más llevadera si nos proponemos aprender de las circunstancias, en lugar de oponernos a ellas. Es verdad que a nadie le gusta navegar en aguas turbulentas, es siempre mejor tener el control o al menos saber lo que se espera.

El dolor nos pone de frente a situaciones que llevan como estandarte la ansiedad, estrés, depresión, tristeza, ira, impotencia, desánimo y muchos sentimientos más. Y si nos disponemos a analizar hacia dónde llegaremos permitiendo que sean esas emociones las que tomen el timón del barco para dirigirlo en plena tormenta, el destino no será muy atractivo. Quizá es mejor armarnos de valor, enfrentar lo que lastima y tomar el control.

Sin embargo, también es cierto que a pesar de los sufrimientos inevitables, la vida sigue siendo una hermosa aventura que vale la pena disfrutar, es un viaje maravilloso y aunque en ocasiones se comporta muy exigente ante nuestra simple naturaleza humana, hay que reconocer que también nos consiente, nos giña el ojo, sonríe y es bondadosa, tampoco es una gran villana, es hermosa a pesar de todo.

Entonces, si de por sí el kit de vida que se nos ha sido otorgado viene con su cierto porcentaje de dolor incluido, mismo que aunque no nos parezca tendremos que afrontar… quizá es mejor reconciliarnos tantito con ella (la vida) y le permitimos que nos muestre lo que nos pretende enseñar, mientras observamos atentos y aprendemos la lección. 

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