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Pertenezco al grupo de gente en el mundo que está convencida de que puede hacer todo por mí misma. ¿Una receta imposible de pastel? Fácil. ¿Pintar las paredes con la destreza de quien nació con el pincel en la mano? Posible. ¿Arreglar el mecanismo de la taza del baño? Riesgoso pero posible también. ¿Construir su propia piscina? Que me den los materiales, la instrucción.

Respeto, por supuesto, la formación especializada de todo aquel que construye, crea, dimensiona, sabe, conoce, estudia. ¿Pero quién es alguien para negarle a un mortal de manos de mantequilla la posibilidad de llegar a sentir esos instantes, u horas, de orgullo absoluto tras lograr hacer algo que parecía digno de aprenderse por años y que salió bien al cabo de unos cuantos videos ilustrativos, exceso de presupuesto en material, y buena voluntad?

En “Andamios para las ideas”, poema de Jaime Gil de Biedma, estamos frente a un elogio escrito entre versos arquitectónicos, asombro en concreto, y la fragilidad de todo lo que se mantiene de pie y que al interior pareciera temblar. En él coinciden también, aquellos seres iluminados que se desplazan utilizando palabras de gran “pomposidad” a las que las otras personas, como yo, no pueden acceder.

Imagina que últimamente observas que un edificio de tu ciudad está “quedando chueco”; en nuestras palabras. Es un asunto de “chuequez”. Donde nosotros miramos eso, algún iluminado por la arquitectura o la ingeniería diría que se trata del arquitrabe, mal colocado, o defectuoso, que hace que la estructura total se incline. El remedio, absolutamente temporal, son andamios. Este es el cuerpo del poema.

Aunque lejano y aparentemente inaccesible, como mucho en la vida, Jaime introduce dentro de su narrativa la relación directa entre todo lo que se mira, lo que se construyó, lo que significa social y políticamente, y cómo nos afecta de forma directa. Es un análisis profundo, no fácil y sí real.

En concreto: un hombre sale a la calle, se desplaza cerca del edificio en cuestión y en vigilancia. El chico compra un libro, besa a una muchacha, pasea feliz y de pronto: muere fulminado. ¿Qué ha pasado? El arquitrabe del edificio previamente mencionado, representando todo lo que se ha mal gestionado más arriba, termina por colapsar, justo encima de él. ¿La historia de muchos? La historia del mundo. De andamios para la vida, andamios para lo que no funciona, andamios para lo roto, andamios para lo que inevitablemente va a caer.

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