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Fue en agosto de 1970. Estábamos en las oficinas de Bellas Artes del Estado: el director general arquitecto Leopoldo Tomassi López, el secretario Francisco Vega Cisneros y su servidor que ocupaba el cargo de subdirector, organizando el homenaje anual al poeta Antonio Mediz Bolio, que tendría lugar, como en años anteriores, la mañana del 15 de septiembre, en el paraje Ochil (carretera a Progreso) y al que asistirían el gobernador, la familia del homenajeado y un selecto grupo de intelectuales, representantes de diversas instituciones y artistas de variadas disciplinas. La amenizaría, como de costumbre, la Orquesta Típica Yukalpetén.

En tono de añoranza, Tomassi López externó: ¿Te acuerdas, Pancho? En nuestras épocas, cuando se le rendía homenaje a alguno de nuestros poetas, alguien musicalizaba un verso suyo y se estrenaba ese día. Permanecí callado, pero tomé las palabras de Tomassi como un reto. Busqué a don Elicio Duch Colell en las oficinas de prensa de palacio y le pedí que me ayudara a localizar un poema no muy conocido de Mediz Bolio para musicalizarlo. Duch era esposo de Carmen Mediz Bolio, la menor de las hermanas de don Antonio, que fue el primogénito de 13 hijos.

Al día siguiente recibí un hermoso y extenso poema, Las cuatro colmayel, escrito por el ilustre bardo yucateco en San Jacinto, D.F., el 16 de mayo de 1942. Seleccioné la parte final y la compartí con el compositor Ricardo Duarte Esquivel, que anteriormente había musicalizado varios poemas míos. Nos dividimos la tarea: él musicalizaría la primera parte y yo la segunda. Al reencontrarnos el 2 de septiembre, él había compuesto un bolero y yo una danza maya. Enseguida fuimos a casa del arreglista Augusto Pech Ventura, quien hizo la transcripción y el arreglo orquestal para la Típica Yukalpetén, que la estrenó en la fecha programada, con dirección del maestro Pedro Hoil Calderón. La titulamos Flores de amor. Ocho años después, la Yukalpetén la grabó en la Ciudad de México, con las voces de Rosita Caballero y Eduardo Rosado. La letra dice:

Una flor es siempre amor que se entrega;/ es una sonrisa y es una mirada,/ sabe ser suspiro y sabe ser beso/ y sabe ser gozo, pasión y nostalgia,/ y del escondido corazón del hombre,/ sabe decir mucho más que una palabra. Hombres de tiempo, sembremos de flores/ nuestra tierra arisca, generosa y brava,/ para hacer del suelo sobre el que nacimos/ un refugio lleno de paz y fragancia./ En el que escondamos del mal y del odio/ la miel de la vida, las fuerza del alma,/ la ilusión que alumbra, la verdad que guía,/ la fe que redime, y el amor que salva.

Hace unos días, mi amigo Juan Elicio Duch Mediz me compartió una hora amarillenta escrita a máquina por su padre, hace 50 años, con la letra de nuestra canción Flores de amor.

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