Una historia de angustia y optimismo

Sergio F. Esquivel: Una historia de angustia y optimismo.

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Crearnos expectativas de algo en lo que estamos trabajando es normal. Finalmente, la expectativa de un resultado favorable es lo que nos impulsa a perseguir un sueño. Lamentablemente como tú bien sabes, la película no siempre tiene un final feliz.

Las expectativas se construyen sobre ilusiones y no realidades. Esa es su naturaleza. Actuamos y hacemos planes edificando una imagen de lo que queremos o esperamos que otras personas hagan, digan, sientan, pero los resultados son impredecibles. Es por eso que las expectativas esconden un gran peligro.

La señora expectativa, madre de todas las angustias. Y no hay angustia más profunda que la que llega cuando nos toca enfrentar el fracaso.

Crearnos expectativas es, al mismo tiempo, absurdo y natural. Absurdo porque en el fondo sabemos -siempre sabemos- que no tenemos el control de nada más allá de nuestras propias acciones. Es natural porque somos seres humanos que siempre aspiramos a algo mejor; a sentirnos mejor, a obtener mejores resultados. Por eso nos dejamos llevar por la emoción de las expectativas y de ahí que lidiar con el fracaso y enfrentarnos a una expectativa no cumplida es una de las tareas más complicadas para cualquiera.

Hace unas semanas estaba trabajando con una clienta que tenía un nuevo proyecto digital y los resultados eran muy favorables. Le llamé y le recomendé que había que “moderar las expectativas”, que no todo el proceso tendría el mismo impacto de aquellos primeros días. En mi mente le estaba haciendo un favor, quería evitarle la profunda angustia de enfrentar un resultado diferente al que se había formando en su mente. Fue un error.

Y es que, al final, lanzar un proyecto es exponerse. Es atreverte a hacer algo que tal vez nunca antes habías hecho y atreverte te expone a ser vulnerable. Se vale ser vulnerable cuando asumimos el riesgo que conlleva.

Yo entiendo que no es fácil enfrentar el fracaso y créeme cuando te digo que es una batalla permanente. A lo largo de mi vida, he tenido muchos éxitos, pero también muchos fracasos. Hay que aprender a enfrentar el fracaso con los ojos bien abiertos. Descubrir todo lo que tiene que enseñarnos, vivirlo en plena conciencia y volver a intentarlo.

Le llamé de nuevo. Al carajo con “moderar las expectativas”. A veces elegir el camino más difícil nos regala una mejor vista del paisaje. Atrevernos a intentar algo único, diferente, poco común puede ser complicado, pero si lo que buscas vale la pena, si estás convencido de que tienes algo valioso que ofrecer, algo por lo que vale la pena luchar, entonces no hay riesgo lo suficientemente grande que apague esa llama que arde dentro de ti.

Ir por la vida con optimismo desbordante en busca de lo que quieres. Lidiar adversidades, aceptar, tener el valor de enfrentar un fracaso y saber replantear el camino las veces que sea necesario, es una de las virtudes que definirán el destino de cualquier proyecto, pero también te definirán a ti y a tu vida. No temas intentarlo una y otra vez, hasta que obtengas los resultados esperados.

Siempre hay un camino por tomar (aplica para todo en esta vida).

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