Fusión vibrante en la plástica de Rangel
Columna de Aída López: Fusión vibrante en la plástica de Rangel
Un estallido de color es lo que caracteriza la obra pictórica del artista visual Denny Rangel (Venezuela, 1995).
Como todo creador, tiene a su musa, la Venus de Tacarigua, de quien toma las formas corporales para dibujar a los personajes, ya sea en pequeño o en gran formato, que lo mismo pueden estar bailando o tocando algún instrumento de su cultura como el charango o el cuatro, o clásicos como el arpa, la flauta o el violín.
La fusión de lo prehispánico con lo contemporáneo crea una propuesta interesante y que distingue al artista. Producto de su estancia artística en Mérida durante cuatro meses, la cual fue posible por la coordinación entre la Secretaría de la Cultura y las Artes (Sedeculta) y la Galería Secreta, es la serie “La trova en la plástica”, donde utilizó la técnica de esmalte sobre lienzo para plasmar trovadores, músicos, bailarines de jarana y ballet, incluso, al compositor Armando Manzanero tocando el piano.
En entrevista telefónica, Rangel reveló que el tiempo que estuvo en nuestro Estado, asistió a diversos eventos artísticos y musicales, pues cada lunes iba a la vaquería en la Plaza Grande y los jueves a la Serenata de Santa Lucía, además de los conciertos de la Típica Yucalpetén y la Orquesta Sinfónica de Yucatán en el Palacio de la Música, de donde se empapó de la esencia de la cultura yucateca y le sirvió de inspiración para su plástica.
Asimismo, destacó que su paleta vibrante la retomó del arte chicha, una estética considerada barroca-contemporánea con la que se elaboran los carteles para promocionar la cumbia andina, de la cual ha abrevado durante siete años que tiene radicando en Perú; de ahí la alegría del color.
De las características de sus personajes son destacables el corazón pintado del lado izquierdo para representar el sentimiento, los ojos que adoptan diferentes formas y tamaños, la inocencia de los cuerpos en movimiento, el cual se sugiere por la superposición de los colores, cuyas manchas permanecen como huella.
En la exposición también se encuentran monocromáticos bocetos gestuales en dos series: Bailarines Folklóricos y Trío Yucateco.
Sin duda, el paso de Rangel por tierras mayas tendrá un impacto en su estética como lo ha tenido de Venezuela y de Perú. La exploración de los códigos de las manifestaciones artísticas y culturales introducidas sutilmente en su poética visual abre una brecha a otras formas de narrativa, donde lo que parece sencillo a la mirada, encubre un discurso de aculturación.
La etnia, la raíz, está en el fenotipo de las figuras, sin embargo, las costumbres han mutado como un proceso de supervivencia.
Los instrumentos musicales también han sufrido la metamorfosis de la colonización, como la mandolina transmutada al charango de los andes de Sudamérica.
La exposición de Rangel puede admirarse hasta el 10 de febrero en la Galería 1 del Palacio de la Música con entrada libre. Para los amantes del arte, el costo va desde los mil hasta los ochenta mil pesos.