Para multiplicar la felicidad y dividir la tristeza

Columna de Aída López: Para multiplicar la felicidad y dividir la tristeza

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El 20 de julio pasado se celebraron 54 años del Día del Amigo en México. Si bien la fecha cambia según el país, el tema de la amistad es universal.

Aristóteles fue el primero que le dio importancia aunque, con menor interés, Sócrates y Platón ya habían disertado acerca de estos vínculos sociales. La amistad como fenómeno humano se ha resignificado desde la aparición de las redes sociales, pues a veces se les llama “amigos” a personas de las que no sabemos nada y es probable que jamás conozcamos.

Pese a la nueva conceptualización de la amistad, continúa vigente su construcción a partir de valores como el respeto, la estima, la intimidad y hasta la tensión. Con el internet el respeto a la privacidad del otro, condición para una sana convivencia según Nietzsche, se ha perdido.

Las redes sociales y los teléfonos inteligentes ventilan la vida para el escrutinio público, lo que ha derivado en divorcios, despidos laborales, suicidios y hasta enconos políticos entre países por las declaraciones de sus representantes que se “viralizan”. Aristóteles le dio a la amistad una dimensión antropológica al considerarla parte de la naturaleza humana, ya que el hombre es un ser político-social.

Diferenció tres tipos: por interés, cuando la relación significa un beneficio instrumental recíproco; por placer, aquellos con los que hay diversión sin llegar a profundizar; y la amistad perfecta, la que trasciende el tiempo y el espacio por la admiración de las virtudes del otro que hace desear la cercanía, estos son los amigos para siempre, con quien se comparten afinidades, recuerdos, ideas, anécdotas y complicidades.

El carácter social de la amistad se perdió durante la Edad Media cuando se concibió no como una actividad humana, sino como obra del amor divino. Términos como amigo del corazón, donde se involucra la unión espiritual, se diferenció por el romanticismo alemán del amor entre géneros. Nietzsche reflexionó acerca de “La soledad heroica del genio solitario”, postuló una ética de la amistad en lugar de la moralizadora de Aristóteles.

Cuestionó la visión cristiana de la amistad sin egoísmo, altruista –caritas-, ante ello propuso el centrismo del individuo para ser amigo. La jovialidad es lo que atrae a la gente en contrapeso a la ética cristiana de compasión. Extrapoló la amistad al matrimonio: “No la ausencia del amor, sino la ausencia de la amistad es lo que hace infeliz a los matrimonios”.

Le otorgó un lugar importante al enemigo para fortalecer la individualidad, en este sentido, el enemigo también es amigo. En su postulado de la “Voluntad de poder” propuso reconciliarse amistosamente con el enemigo, porque al ser un obstáculo, fortalece, crea resistencia evitando sucumbir. Desde la moralidad de la amistad en Aristóteles, pasando por la amoralidad en Nietzsche, llegamos a la inmoralidad que a veces resulta la “amistad virtual”.

En las redes sociales, a menudo antisociales, se libran verdaderas campañas de desprestigio y odio hacia grupos minoritarios, fecundo campo de estudio para los filósofos del siglo XXI.

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