La mano de Cristina
La letra escarlata, columna de Aída López.
Aparecía sin aviso previo para llevarse a alguno de nosotros sin motivo, o por la edad, un dolor de costado, un piquete de araña, la inapetencia de semanas causada por la tristeza o la voluntad de Dios. Cristina Pacheco Mar de historias (5 noviembre 2023)
“No saluda a nadie”, “Entra y sale de su casa; pasan por ella y se va”, “Es la que sale en el canal 11”, “Vive sola”, “Su esposo era escritor; murió hace poco”…, decían sus vecinas de la colonia Condesa; de esto me enteré cuando un día visité a una pareja de amigos. La casa de Cristina estaba entre las dos de ellos en la esquina de Choapan y Reynosa, como si fuera una rebanada cortada de un pastel.
Cada vez que viajaba a Ciudad México y visitaba a mis amigos tenía la esperanza de encontrarme a Cristina en una de esas veces que salía para hacer el mandado o lista para irse a grabar sus programas de televisión, pero lo más que alcancé a conocer de ella personalmente fue una de sus manos cuando una tarde llegaba y vi que alguien abrió un postigo para regar las flores que reposaban en el alféizar de una de sus ventanas protegidas con ornamentales herrerías negras.
Supuse que la mano era de ella porque ya me habían dicho que se encargaba personalmente de sus flores según la estación; en Navidad, las Nochebuenas alegraban la fachada blanca. Estuve varías veces en la puerta de su casa y nunca pude ver el interior, sin embargo, llegué a conocer parte de ella durante la pandemia, pues sus programas los grabó desde ahí, entre paredes tapizadas de libros y una escalera al fondo.
Cristina se guardaba todas sus palabras para escribirlas y hablarlas en sus entrevistas en el foro y en las de a pie. Los que vivimos en provincia conocimos el extinto Distrito Federal a través de “Aquí nos tocó vivir”.
Cristina nos mostrada los oficios que consolidaban dinastías; se metía en los rincones para hablar con la gente, “naturalmente”, porque era una gran conversadora. El domingo 5 de noviembre de 2023, un mes antes de retirarse de sus programas en el canal 11 por problemas de salud, personificó a la Muerte en su relato Adiós, niñitos, adiós: “Iba y venía por la casa a su capricho, como si fuera un pariente esperando, una vecina de confianza…”. ¿Acaso esa señora voluntariosa ya la estaba esperando en la Condesa? Cristina tuvo tiempo de despedirse de los televidentes, de sus amigos y de sus flores.
Dejó una estela en este mundo al que llegó con las manos vacías y se fue rebosante del cariño de los que la conocieron, de los que trabajaron con ella, de quienes sólo la vieron una vez o muchas y hasta de los que solo le conocimos la mano. Mano con la que cultivo no sólo flores, sino palabras que compartió con su amor Emilio y que ahora seguramente los mantiene juntos.