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Vaya temporada 2020 de ciclones tropicales en Yucatán, la cual ha hecho historia, primero con Cristóbal y sus lluvias bíblicas y ahora con Gamma y Delta que nos recetan la misma medicina, las dos primeras como tormentas tropicales y la última como huracán categoría 2 de la escala Saffir-Simpson.

Comenzaremos por la tormenta tropical Gamma, que afectó al oriente del estado y causó muchos daños entre inundaciones y caída de árboles, postes de electricidad y averías a la infraestructura urbana.

Entró por Chemax a Yucatán y en su lento recorrido afectó ciudades tan importantes como Valladolid y Tizimin y al salir por Río Lagartos fue enganchada por un frente frío que la frenó frente de Río Lagartos en el golfo de México, donde no podía desarrollarse porque vientos cortantes la fueron debilitando lentamente.

Eso hizo que cada determinado tiempo el Centro Nacional de Huracanes de Miami, Florida, emitiera diferentes pronósticos en donde el factor común era que se iba a disipar muy cerca o sobre Mérida, cosa que no sucedió, por supuesto, pero lo que sí ocurrió fue que, una vez que se logró desenganchar del frente frío, tomó rumbo a la costa de Yucatán y a Mérida ya muy debilitada, como depresión tropical, pero no llegó muy lejos y bajó a remanente de baja presión.

Para sorpresa de todos, los remanentes dejaron caer, sobre todo en el norte, centro, oeste, sur y suroeste, tremendas lluvias en forma de tormentas eléctricas el lunes 5 por la noche y la madrugada y casi todo el día del martes 6, dejando importantes acumulados de lluvias que fueron de 179.5 lt/m2.

Luego siguió Delta, que se formó en el mar Caribe y para la noche del martes 6, cuando alcanzó rápidamente la categoría 4 de la escala Saffir-Simpson, amenazaba con ser un huracán tan potente como lo fue Gilberto en 1988, ya que los pronósticos indicaban que alcanzaría la categoría 5 (máxima) antes de ingresar a tierra por Puerto Morelos casi amaneciendo del miércoles 7, una historia casi idéntica a la de Gilberto, que entró por el mismo lugar, pero afortunadamente no sucedió; así como ganó rápidamente fuerza se le coló aire seco y la afectó y viento cortante la hizo descender a categoría 3; al entrar a tierra entró con categoría 2, pero vaya susto que hizo que Yucatán y en particular Mérida se prepararan para enfrentar tremendo monstruo que nos amenazaba con una catástrofe.

El resultado fue que pasó más rápido de lo esperado y se fue más al norte; hizo en la península 4 horas, pero sus efectos duraron 12 horas, dejando un acumulado de precipitaciones de 118.4 lt/m2 , más que suficiente para que la suma de ambos fenómenos fuera de 290.7 lt/m2, una cantidad bastante respetable.

Eso aunado a lo que había dejado Cristóbal en junio, que fue de 588 lt/m2, más las lluvias de septiembre, hizo que el acuífero yucateco rebosara en toda la parte norte de Yucatán e impidiera la percolación o filtración de agua de los encharcamientos en las zonas bajas, dejando inundadas grandes extensiones de alta plusvalía del noroeste de Mérida y norte, rumbo a la costa yucateca, afectando a miles de personas en sus propiedades.

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