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El k'oché, es una camilla o angarilla que se hace de manera provisional con maderas y un toldo o palma para ser llevado en hombros en algún viaje.

Este tipo de transporte, o k’oche’, nos recuerda las representaciones en vasijas y pinturas policromas donde los mayas plasmaron el traslado de sus gobernantes en esas angarillas, cubiertas de telas de algodón y decoradas con determinados diseños.

El uso del k’oche´ es una práctica prehispánica viva todavía en el pueblo de Santa Elena; allí, en el mes de enero, durante veinte días, se festeja el baile del pavo, es decir, el kolcaltzó. En ese lapso se puede llegar a la casa donde se prepara la comida y cualquier visitante es bienvenido e invitado a comer relleno negro.

El último día de la fiesta, se arma el k’oche´, se adorna o solamente se ponen telas para cubrir y proteger del sol a los que se llevan en andas. Precisamente durante esta fiesta anual se usa para trasladar a las madrinas, junto con los utensilios de cocina, un cochino y un cuaderno con la relación de los socios que participan en las fiestas del año en cuestión y los que participarán en las del próximo.

El k’oche´ es cargado por un buen número de hombres que se alternan para llevar en hombros a los ocupantes hasta la casa donde se iniciará la fiesta el próximo enero.

Cuando llega al pueblo algún personaje importante es trasladado en el k’oche´, manifestando de esta manera la aceptación del pueblo a su categoría social.

En un pasaje de la obra de John Lloyd Stephens y Frederick Catherwood se describe que en el año nuevo de 1841 salieron de Uxmal para dirigirse a los poblados de Santa Elena y Ticul en el k’oche´:

“Listos ya nuestros k’oches al pie de la terraza metímonos en ellos, nos cargaron los indios sobre sus hombros y comenzamos a alejarnos de Uxmal”.

Estos ingleses comentaron que los k’oche´s de Yucatán son totalmente diferentes de los carruajes ingleses. También comentan que en la trayectoria estaban un poco incómodos, sobre todo porque los hombres que cargaban el k’oche´ estaban borrachos.

Al parecer Santa Elena es el único lugar de Yucatán en donde aún se practica esta tradición aunada a las fiestas. Esperamos que se continúe esta ancestral costumbre, ya que se trata de una actividad con raíces prehispánicas y que debe permanecer y ser transmitida a las próximas generaciones.

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