|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Ha pasado un año desde que el confinamiento por Co-vid-19 nos obligó a replantear nuestra vida en muchos aspectos. En términos espirituales, por la vivencia de la Se-mana Santa, nunca había pasado por nuestra mente que por alguna circunstancia se pudieran cancelar las misiones, la celebración de misas comunitarias, los ejercicios cuaresmales y las celebraciones propias de la Semana Mayor o Triduo Pascual.

Sin duda estas privaciones a muchos nos calaron profundo; sin embargo, ahora que estamos en color naranja es posible acudir a misa, recibir de nuevo los sacramentos y participar de los servicios, aunque no de la forma en que estábamos acostumbrados, por las restricciones de aforo.

Para quienes creemos en Dios, para quienes la Semana Santa represen-ta la vivencia actualizada de la Pasión de Jesús que dio la vida por nosotros a la cual le antecedió un período de cuarenta días con tentaciones incluidas, este aislamiento social -salvando las debidas proporciones- nos presenta un “desierto” personal, nuestra cuarentena en la cual reflexionamos sobre la vida de Jesús, pero también lo que cada uno en lo personal ha tenido que enfrentar en todo este año de pandemia; tiempo difícil de prueba, pues hay personas que han perdido muchos seres queridos, la seguridad de un trabajo, la salud, etc.

También este año ha sido una gran oportunidad para advertir las tremendas necesidades que tenemos todos de apoyarnos unos a otros; las peticiones de ayuda no han cesado, las diferentes instancias como albergues, orfanatos, instituciones de asistencia médica, hospitales, parroquias, ancianos mayores, niños en situación de pobreza y otros grupos vulnerables requieren de nuestra solidaridad y de nuestras acciones para poder paliar la situación que amenaza a muchos.

Todos, de acuerdo a nuestras posibilidades, tenemos algo para dar a nuestro prójimo más próximo. Hay personas que creen que si no cuentan con suficientes recursos económicos no pueden ayudar... habría que recordar que no siempre las necesidades del otro se traducen en dinero. Los talentos que nos han sido dados son también para compartir con los demás, es así como logramos que fructifiquen en el ejercicio de nuestra misión.

¿Cómo descubrir la misión que cada uno tenemos? Hay que abrir bien los ojos y mirar con el corazón nuestro entorno. ¿Dónde estamos? ¿Qué haces bien o mejor? ¿Qué te gusta hacer? Observa... ¿Cuáles son tus circunstancias? ¿Qué sucede a nuestro alrededor? Voltea a ver... ¿Quién nos necesita? ¿Quién pide nuestra ayuda? ¿Actuamos como cristianos atendiendo las necesidades del prójimo?.

Se nos presenta una oportunidad como nunca para ser mejores personas, para valorar lo que hasta hoy siempre habíamos dado por sentado, para manifestar nuestro aprecio y cariño a quienes más queremos, pero sobre todo para dar Gracias a Dios porque aquí estamos vivos después de un año difícil que aún se prolonga y no sabemos por cuánto tiempo más; hemos aprendido a vivir con esta nueva normalidad, pero sin miedo, no perdamos la confianza en Aquel que nos ama.

Lo más leído

skeleton





skeleton