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Es una realidad que los lectores de poesía se están extinguiendo, en
librerías y bibliotecas los libros de poemas ocupan un reducido
espacio en los anaqueles, relegados al final del pasillo, porque son
ya una apabullante minoría, y esa realidad nos hace preguntarnos si
esta sociedad de consumo, líquida y globalizada, va desterrando el
pensamiento poético que tanto cultivaron en la antigüedad los
poetas griegos y latinos, la que ocupó un lugar preponderante
desde entonces y al parecer hasta los albores de este siglo, la que
nos da la posibilidad de imaginar y desarrollar un pensamiento
crítico.

La poesía por supuesto entabla un reto con el lector, los poetas
desde siempre han sido transgresores y los de hoy, valientes,
porque lo es todo aquel que ante este panorama desolador se
arriesga a verter la realidad en el verso y afrontar las miradas
escépticas que asoman entre las páginas. Bien decía el poeta
Rabindranath Tagore que “la poesía es el eco de la melodía del
universo en el corazón de los humanos.”

No se lee poesía por otro motivo que no sea el de escuchar ese eco
cada vez que se abre un libro, y entre todas las posibilidades que
existen, porque afortunadamente siguen existiendo muchas, están
las de los poetas actuales, como Manuel Tejada y su libro “Inmóvil
en el viento”; en él encontramos un ambiente poético poblado por
el vaivén de las olas, sirenas aladas, peces-colibríes en una esfera
donde la frontera entre el cielo, el viento y el mar se desdibuja y es
posible una luna con escamas, “como las aves del mar y las
sirenas”.

Cuando leemos poesía sucede lo que Friedrich Nietzsche apuntaba:
“Las frases son piedrecillas que el escritor arroja en el alma del
lector. El diámetro de las ondas concéntricas que desplazan
depende de las dimensiones del estanque” y Tejada sabe bien que
cada uno de sus versos impactará en cada lector como las olas en
las piedras; es decir, la interpretación no tiene límites, porque la
poesía tiene múltiples miradas; la mía en particular se enfoca más
en la imagen del náufrago y en su posibilidad de resurgir y volver a
respirar: “No sé si el mar me expulsa a cada ola/ o me llama”; es
también la sensación en la vida de naufragar, de ir a la deriva o la
asfixia por algo que intoxica nuestro ser, ya sea por un vicio o un
amor.

En definitiva no es fácil hablar de un poemario porque el poeta
escribe desde su interior y el lector interioriza cada verso desde su
horizonte de expectativas y de experiencias, pero he querido
intentarlo con este libro porque en sus versos he reconocido la
sinceridad del poeta, del amigo, de la poesía que se queda justo así,
“Inmóvil en el viento” rescatando a sus lectores del naufragio.

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