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La salud y el medio que nos rodea están íntimamente relacionados. El aire que respiramos, el agua que bebemos, el entorno de trabajo o el interior de los edificios tienen una gran implicación en nuestro bienestar y nuestra salud. Por ese motivo, la calidad y la salubridad de nuestro medio ambiente son vitales para una buena salud.
En los últimos años asistimos a un aumento de la inquietud de los ciudadanos ante las posibles implicaciones sanitarias derivadas de problemas o catástrofes medioambientales. Día a día crece la preocupación por el potencial impacto del deterioro del medio ambiente sobre la salud y la calidad de vida de las personas y de las comunidades.

El Panel Intergubernamental sobre Cambios Climáticos ha realizado varias evaluaciones y emitido varios informes sobre el calentamiento global. La

preocupación no es sólo de organismos como la ONU y de grupos de expertos y científicos estudiosos del problema. En foros internacionales el tema ha gana- do relevancia y es considerado como un problema político, sobre el cual se reclama la unión de voluntades de todos los gobiernos del mundo. Además, reiteradamente se ha señalado que el calentamiento global se ha convertido en una grave amenaza para nuestro planeta y que los países pobres serán las que sufrirán las peores consecuencias de ese fenómeno provocado por el hombre en su afán desmedido por mayores logros en riqueza material.

El 7 de abril pasado fue declarado por la ONU como el día de la salud con el lema “Invierte en salud, construye un futuro más seguro” y la exhortación para una mayor inversión en sistemas sanitarios para poder enfrentar amenazas globales como la epidemia del sida, la gripe aviar y las emergencias humanitarias por desastres naturales y, hoy, esencialmente, la pandemia del coronavirus.

El secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon, señaló en Ginebra el pasado 1 de abril que: “La seguridad de todos los países es hoy en día cada vez más dependiente de su capacidad de actuar eficiente y colectivamente para minimizar las amenazas sanitarias”. No olvidemos que los desafíos de la sanidad pública no tienen fronteras, pues las enfermedades, los cambios ambientales, el bioterrorismo o los ver- tederos químicos pueden afectar a personas, sociedades y economías de todo el mundo.

Con base en las recomendaciones anteriores, cualquier acción para ayudar a preservar la salud individual y la de nuestras comunidades debe sumarse a las del Estado mexicano.

La sociedad científica debe crear y promover escenarios para evaluar y ofrecer respuestas a problemas como la desnutrición infantil, la diabetes mellitus y la obesidad, estas dos últimas con características de verdaderas epidemias, con muy altos costos para los sistemas sanitarios y con efectos dañinos sobre la economía y el desarrollo social de nuestras comunidades. La pandemia del coronavirus nos ha mostrado datos palpables del daño que los seres humanos estamos haciendo a nuestros ecosistemas, a la flora, a la fauna y que a final de cuentas, nos estamos dañando unos a otros y, a veces como se dice por ahí, sin deberla ni temerla.

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