Aceptar y perdonar para sanar

Roberto Díaz y Díaz: Aceptar y perdonar para sanar

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Todos los días debemos estar dispuestos a aceptar lo que la vida nos depara, tener en los labios y en el alma el perdón para sanar y así tener una existencia plena y de auténtica felicidad. Es muy fácil pedir perdón, pero ¡qué difícil es darlo!, y es porque no entendemos que el que acepta gana y el que perdona sana.

Qué sano es ver a las parejas que aceptan y perdonan a su cónyuge cuando lo despidieron de su trabajo en donde era responsable y cumplidor, y ella no le está restregando en la cara noche y día que se quedó sin empleo.

Qué noble y qué forma de manifestar su amor cuando la esposa lo apoya, lo estimula y no le pierde la confianza, pues un hombre sólo se siente fracasado cuando su pareja así lo considera.

Dios se manifiesta en la pareja cuando a la mujer, por su embarazo o por una enfermedad, su esposo la acepta “poco atractiva” en esos meses de gestación o menos bella en la cama por esa larga enfermedad, sin embargo él siguió queriéndola y siéndole fiel. Los años y las enfermedades deben reafirmar el amor, que en el matrimonio debe ser como esos vinos muy caros, el tiempo los hace madurar y los vuelve más sabrosos.

Los esposos lo aceptaron y se perdonaron cuando nació ese niño de los que “nunca dejan de ser niños”, y tanto él como ella continuaron su matrimonio sin culparse uno al otro ni se amargaron la vida. Aceptaron al retoño de su amor, que resultó ser un niño Down o una niña con parálisis infantil, y lo cobijaron con su amor, que se los devolverá duplicado por toda su vida porque permanecerá al lado de ellos y nunca dejará de ser el pequeño de papá y mamá.

Qué difícil es aceptar a la familia de nuestra pareja, pero qué increíble es cuando él/ella perdona a su cónyuge y lo acepta cuando su familia interviene más de la cuenta en los asuntos que sólo a ellos les corresponde solucionar; cuando triunfa el diálogo y persevera el respeto en un sostenido amor al estar en lucha para que la suegra o los cuñados no los dividan. El matrimonio es de casados, “casa para dos”, no deben entrar opiniones de parientes ni de amigos, y menos de compadres.

La palabra aceptación es clave, cuando en el matrimonio se comprueba que no es tan fácil eso de “plena satisfacción sexual”, y encontramos también otras alegrías: “El afrodisíaco más cumplidor no es la pastilla azul, no es el marisco, ¡es el amor!”. Sin embargo, en nuestro matrimonio, aquello de lo que no queremos hablar es lo más importante para hablarlo hoy y ahora.

Nuestra relación de pareja debe ser sazonada con el perdón y la aceptación, porque con el transcurrir de los años y vivir juntos vemos que día a día lo diferente que es el otro, y nos damos cuenta que ya no es el novio o la novia... pero aceptamos con alegría y respeto a ese ser humano, y con el perdón de Dios para mejorar la conducta de ambos.

Será nuestro matrimonio un cielo anticipado si le agregamos todos los días esta fórmula mágica: “aceptación y perdón”. Aceptando sus grandes cualidades y perdonando para que se nos perdone y volver a nacer cada día en el amor de Dios. Porque la verdadera felicidad en el matrimonio es hacer feliz a la persona amada.

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