Revitalizar el pensamiento crítico
Cristóbal Campos: Revitalizar el pensamiento crítico
La coyuntura que hoy vivimos como humanidad genera interminables cuestionamientos sobre qué hacer para salir de las crisis que afrontamos de una manera que sea favorable para la clase trabajadora global, y esto pasa irremediablemente ante la lupa del pensamiento crítico y su función en un mundo expandido por la tecnología de la comunicación y a la vez sumergido en la más grande infodemia que resulta contradictoria, pues cuando más información existe menos sabemos de lo que ocurre realmente, y esto responde a la estrategia mediática del capitalismo en la que niega verdades vendiéndonos “realidades alternas” que sirven de distractores.
Las guerras en el mundo, el genocidio que acontece contra el pueblo palestino, la expansión de la violencia en Medio Oriente a raíz de la desbocada campaña del sionismo y el imperialismo por apoderarse de territorios y devastar sociedades, son hechos presentados como acciones “necesarias” contra la “barbarie”. Los golpes de Estado, militares o parlamentarios, que en América Latina impulsa el imperio estadounidense, la depreciación del salario y la sobreexplotación de la fuerza de trabajo, así como de los recursos naturales son expuestos como hechos necesarios para el “progreso y la modernidad”, dos conceptos que han marcado de sobremanera los discursos políticos e ideológicos de los últimos siglos, y es que esos procesos no han finalizado, aunque ahora sean presentados bajo otras terminologías o adecuaciones de las mismas.
Ya desde hace décadas la figura del intelectual fue degradada, y hoy con la expansión de las tecnologías de la comunicación y la llamada “democratización” del conocimiento se ha generado un rechazo que se incrementa al saber científico y a los procesos de análisis de la realidad social con base en teorías y corrientes de pensamiento que durante décadas marcaron el ritmo de las interpretaciones sociales- entre ellas el marxismo cuya vigencia sigue viva-, hoy la inmediatez a suplido a la reflexión y la especulación sin fundamento se convirtió en la moda de las redes sociales, la vulgarización del razonamiento ha dejado a un lado a quienes aún ejercen el pensamiento crítico con miras a un mejoramiento humano, a la transformación de las sociedades a favor de las masas proletarias y populares continuamente oprimidas.
Los avances tecnológicos como la Inteligencia Artificial parecieran ser únicamente herramientas que ayudan a la generación de conocimiento, pero en el trasfondo un proceso de exclusión humana y automatización se acelera volviendo a poner en el debate cuestionamientos sobre el futuro de la humanidad ante esta Revolución Tecnológica como aconteciera en su momento con la Revolución Industrial, el desplazamiento humano y su suplantación por las máquinas. Hoy, ese proceso se agudiza, ya no sólo en el trabajo manual y procesual, sino que repercute en la generación de ideas con base en algoritmos, que si bien han sido programados por seres humanos, lo que buscan es justamente la suplantación del humano a la hora de generar ideas y, por lo tanto, reflexiones críticas, además que ya se ha señalado el lado insensible-antihumano de la frialdad de las máquinas.
Lo anterior, seguramente será señalado por los aduladores del “progreso y la modernidad” como un postura conservadora ante el avance tecnológico, pero lo que se cuestiona no es la innovación tecnológica en el campo de la información, sino el uso que se le da o pretende dar en los centros laborales y la repercusión que tendrá para las masas trabajadoras, quienes nuevamente se ven suplantados sin la garantía de una mejor condición de vida material, siendo en realidad un factor de aceleración de la precarización de la clase trabajadora global y de la generación de mayores ejércitos de reserva de fuerza de trabajo (desempleados), algo que beneficia a los capitalistas y no a las y los trabajadores ni mucho menos a sociedades que buscan un mundo diferente, sin explotados ni excluidos.
En este contexto la educación sigue siendo central, debe generalizarse una pedagogía para la libertad como propusiera Paulo Freire y tantas otras y otros pedagogos latinoamericanos y caribeños que en la práctica de la educación popular, situada en los contextos reales y basada en los principios explicativos de los propios sujetos según sus procesos productivos, cimente el fortalecimiento del pensamiento crítico y comprometido con la transformación de la realidad, reconociendo así a los y las intelectuales, aunque quizás ya no como vanguardias, sino como acompañantes analíticos de los procesos de emancipación y aprendizaje continuo para el bien de la humanidad. El pensamiento está en riesgo desde hace mucho y para fortalecerlo hay que cuestionar todo desde la raíz…