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Existen un sinfín de leyendas que se entrecruzan para sostener la existencia de San Nicolás, uno de los santos fuera del canon, ya que no está incluido en la Biblia, esto quizá porque nunca existió como tal, sino sólo como un hombre piadoso con intereses comerciales.

En el año 1265, el arzobispo dominico de Génova Santiago de la Vorágine compiló una serie de relatos hagiográficos en la Leyenda Áurea donde incluyó a San Nicolás por su popularidad, pues se le atribuían más de una docena de actos milagrosos y sólo en Alemania, Francia y Holanda en el año 1500 ya contaba con más de dos mil monumentos dedicados a él. Lo que desconcierta es que a pesar de su magnificencia nunca haya sido canonizado oficialmente, por lo que se ha considerado que nunca existió y se creó al personaje para atribuirle las historias milagrosas que luego se encarnaron en el obispo Nicolás de Myra.

La ubicación geográfica de la ciudad de Myra abonó para acrecentar la leyenda, ya que el 6 de diciembre, día en el que murió Nicolás, en el Mediterráneo comienzan las tormentas invernales y la navegación se vuelve peligrosa. En la antigüedad, les rezaban a Poseidón y Neptuno, pero el obispo retomó las plegarias y se convirtió en el patrono de los marinos, desplazando así a los dioses paganos cuando emprendían el “viaje al abismo”, travesía que iba de Myra a Alejandría sin referencias de tierra, ya que se alejaban de la costa.

Uno de los milagros atribuidos a San Nicolás es precisamente la salvación de una tripulación, quienes después de invocarlo, apareció y los protegió al sujetar las velas y enseguida quedar el mar en calma. Otro milagro es la multiplicación del trigo -como el vino que multiplicó Jesús en las Bodas de Caná-, cuando pidió a los marinos de los barcos encallados en el puerto de Myra que cada uno le diera cien medidas del grano para mitigar la hambruna de la población. Ante el temor de los marinos por la merma, ya que este había sido medido en Alejandría y debían entregarlo completo en los graneros imperiales, el santo les prometió que no tendrían pérdida alguna ante el medidor del emperador. El milagro se extendió, no sólo tuvieron alimento para dos años, sino que quedó para sembrar. Lo cierto es que la historia da cuenta del transporte del trigo a Constantinopla, pero el registro del milagro se encuentra en la Leyenda Áurea, esto dio motivo para que a San Nicolás se le considerara dios de la fertilidad, prosperidad y el patrono de los panaderos, comerciantes molineros y hasta de los fabricantes de cerveza.

Un acompañante celestial. El 23 de diciembre de 1823, el poema anónimo, Una visita de San Nicolás, describió al “viejito ágil”, sus renos en trineo, la chimenea y la repartición de juguetes. El ilustrador Thomas Nast lo dibujó como hoy en día lo conocemos y la Coca Cola ha universalizado la ilusión de Santa Claus.

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