Otra renovación moral

La dialéctica moralina no es novedad en los políticos, y menos en los presidentes del país, pues la corrupción en el gobierno es un cáncer difícil de extirpar

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“Vamos a reformar leyes y sistemas para prohibir que los funcionarios aprovechen su posición para promover, directa o indirectamente, a través de funcionarios, de amigos o de parientes, negocios en obras públicas, compras o aprovechamiento de plusvalías o acciones de gobierno (…). Una sociedad que tolera, que permite la generalización de conductas inmorales o corruptas, es una sociedad que se debilita, es una sociedad que decae”.

El párrafo anterior no es una cita de Andrés Manuel López Obrador, sino del discurso de Miguel de la Madrid Hurtado, pronunciado en Mérida, el 7 de marzo de 1982, cuando enarbolando como bandera la “renovación moral de la sociedad” buscaba la Presidencia ¿Les parece conocido?

Sin embargo, la promesa de De la Madrid de combatir la corrupción no dio los frutos deseados (“la moral es un árbol que da moras”, decía el viejo cacique potosino Gonzalo N. Santos), pues las malas prácticas en todos los niveles de gobierno continuaron, y el colofón fue el día de la elección de 1988, cuando Manuel Bartlett, su secretario de Gobernación, definió, mediante la “caída del sistema”, la suspensión del recuento de votos que, se dijo entonces, favorecía a Cuauhtémoc Cárdenas y no a Carlos Salinas de Gortari.

La dialéctica moralina no es novedad en los políticos, y menos en los presidentes del país, pues la corrupción en el gobierno, “la forma más intolerable de inmoralidad social”, es un cáncer difícil de extirpar, de ahí que el discurso de AMLO encuentre no pocos escépticos, sobre todo cuando se pretende cortar de raíz algo que, también se ha dicho, es parte del ADN de los mexicanos, lo cual rechazamos.

Desde luego, no basta tener honestidad en el sentido de no hacer cosas malas. En la Marina se decía que la inacción y la ineficacia también son corrupción, pues se infieren como incumplimiento del deber y se castigan con correctivos disciplinarios.

Al respecto, la Secretaría de la Función Pública publicó el pasado martes en el Diario Oficial de la Federación el Código de Ética de las Personas Servidoras Públicas del Gobierno Federal, que pretende establecer “un conjunto de principios, valores y reglas de integridad que orienten, en un marco de aspiración a la excelencia, el desempeño de las funciones y la toma de decisiones de las personas servidoras públicas, asumiéndolos como líderes en la construcción de la nueva ética pública”.

Ese código deontológico define principios y valores como la ética pública, legalidad, honradez, lealtad, imparcialidad y eficiencia que deben observar en el ejercicio de la funciones de gobierno. Vale la pena leer el documento, un buen catálogo de buenas intenciones, y que quizás “se acate pero no se cumpla”.

El “catecismo” amlista también se refiere al conflicto de intereses, algo que no aplica el mandatario, pues se le ha cuestionado la terna que propuso para ocupar una plaza vacante para la Suprema Corte (como en su momento lo hizo con el fiscal general), la compra de pipas sin licitación o encuestas al margen de la legalidad. ¿No que el buen juez por su casa empieza?

Anexo "1"

Dura respuesta de Semar

 El secretario de Marina, almirante José Rafael Ojeda Durán, defendió enérgicamente,ante la Comisión de Puntos Constitucionales del Senado de la República, la creación de la Guardia Nacional, nuevo cuerpo de seguridad que impulsa el gobierno federal y que ha causado polémica.

“Los muertos, los ponemos nosotros. Las críticas las recibimos nosotros. Respetamos los derechos humanos, pero nuestra gente ha cometido errores y tenemos personal militar en las cárceles. Damos la cara. Tenemos problemas, sí, somos humanos. Nos aventaron a esto”, señaló el jefe de la Armada.

Además, respondió a los requerimientos de los senadoressobre “la mentada militarización y la violación de los derechos humanos” que propiciará la Guardia Nacional. “Las fuerzas armadas tienen 18 años en las calles y no ha habido una sola militarización y ahí seguimos. Debemos pensar que las fuerzas armadas somos institucionales y no permitiríamos bajo ningún contexto una militarización porque somos institucionales, democráticos”, comentó el almirante. Y remató: “Para mí, resulta ofensivo que nos digan que queremos militarizar al país. Es necesario que la sociedad sepa que no es cierto”.

Ya era hora de que les hablaran claro y fuerte a los legisladores que, por cierto, no replicaron al titular de Semar.

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