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Publicado en 1817 dentro de sus Relatos nocturnos, “El arenero” o “El hombre de la arena” es un cuento inscrito dentro de la literatura fantástica propia del romanticismo alemán, en el cual se aborda la historia de Nathanael, un joven estudiante que a raíz de un suceso traumático acontecido en su infancia y relacionado con la muerte de su padre, poco a poco va descendiendo a los infiernos de la locura al enamorarse de un autómata.

Y sí, la trama es tan disparatada como suena, pero es narrada con una elegancia que parte del realismo romántico hasta ir bordeando el horror gótico. Incluso su estructura es bastante peculiar, ya que inicia de manera epistolar con un intercambio de misivas entre el protagonista, su cuñado Lothar y su prometida, la siempre racional Clara. En la primera carta revela cómo de niño su madre lo acostaba a dormir a determinada hora advirtiéndole que, de lo contrario, el hombre de la arena vendría por sus ojos para arrebatárselos.

Esta leyenda germana y la misteriosa desaparición de su padre siembran la semilla de un trastorno psíquico en Nathanael que, ya siendo un adulto, cree que el arenero aún lo vigila. Entretanto, se compromete con la noble y fiel Clara, que intenta calmar a distancia sus infundados temores. Al mismo tiempo, se enamora de Olimpia, una extraña doncella ciertamente hermosa, pero inexpresiva…

Todo esto viene a cuento debido a que Hoffmann, abogado, arquitecto, músico, compositor y escritor, prefiguró con esta narración todo lo absurdo, sofisticado y arabesco que más tarde habríamos de encontrar en artesanos de la palabra como Edgar Allan Poe y Víctor Hugo. Asimismo, por su poder de penetración psicológica y simbólica, años después este cuento fue analizado por teóricos como Freud y Lacan.

Hoffman incluso fue más allá, pues introdujo una variedad de estructuras narrativas que apelaban directamente al lector en varios de sus textos, como Don Juan y el que nos ocupa, donde por momentos rompe el ritmo para dirigirse hacia nosotros de esta forma: “¿Acaso, benévolo lector, has experimentado en tu pecho o has vivido o has imaginado algo que deseas expresar?”.

Mediante esta y otras técnicas literarias, Ernest Theodore Amadeus habría de trascender como un maestro de la narración y la fantasía, insuflando de terror, duda y misterio a cualquiera que ose posar una mirada sobre su obra. Sin duda, es un clásico de la literatura alemana del Siglo XIX que vale la pena visitar.

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