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Una pizca de empatía y darle tiempo a los entrevistados es lo que hacía falta, eso y nada más. Cuando Truman Capote leyó la noticia del asesinato de los Clutter, supo que tenía que ir a Kansas a escribir esas historias.

Narrativas que hoy conocemos como la novela de no ficción A sangre fría (1966). Desinhibido en su estilo para la época, Truman sabía que solo la empatía y el tiempo le permitirían penetrar en la psicología de las víctimas y los victimarios. La investigación documental, el trabajo de campo, la caracterización de los personajes, los diálogos y la dramatización de las escenas en el texto son aspectos que se volverían las bases del nuevo periodismo. Escritura bajo el calificativo de narrativa de no ficción o literatura de no ficción, pese a que también los términos abarcan otros géneros que trabajan desde el yo autoral.

Aunque el argentino Rodolfo Walsh había escrito de esta forma años antes con Operación masacre cuando en 1956, en un café de La Plata, escuchó. “Hay un fusilado que vive” e iría tras el testimonio que transformaría la narrativa hispanoamericana, no fue hasta Capote que el nuevo periodismo se catapultó como un modo diferente de practicar, escribir y leer el periodismo. Ahora estamos otra vez ante un cambio de paradigma, una nueva concepción del menester de los periodistas narrativos o documentalistas narrativos, que se relaciona con otras disciplinas como la antropología y la psicología, así como con géneros literarios –ya de por sí complejos- como la autobiografía, la biografía, la novela de autoficción y las memorias.

Es en este siglo de escritura en expansión que uno de los principales críticos y estudiosos de la escritura sin ficción es el español Jorge Carrión. Ensayista, novelista, columnista y profesor de periodismo cultural y escritura creativa en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, Carrión registra, critica y opina sobre la literatura de no ficción en publicaciones importantes como El País y The New York Times. En ocasiones escribe sin utilizar la palabra literatura antes del apelativo “no ficción”, porque en esta época de postautonomía ya no hay bordes fijos que limiten a una escritura de las otras.
Carrión lleva esta observación hacia otras formas de expresión y comunicación no escritas aunque sí narrativas.

De este manera, podemos leer en algunos de sus artículos de opinión acerca de las últimas propuestas editoriales de no ficción (poesía, novela de no ficción, biografías, crónicas y ensayos) que confluyen con el cine, la fotografía, las redes sociales y series disponibles en plataformas streaming y Youtube. No es que antes estos medios no se relacionaran con los relatos impresos como tema o a propósito de otro asunto que trataran, pero en la actualidad la mezcla de los discursos y elementos para narrar es más acentuada.

Esta es la expansión de la que habla Jorge Carrión, es la postautonomía de la que escribió hace tiempo la crítica literaria e investigadora Josefina Ludmer. Es la nueva literatura de no ficción.

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