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¿Es un pecado el envejecer? Fue la pregunta que me hizo un amigo que ya pasó de los 70 años. Y cuando le interrogué por qué su pregunta, me respondió con una gran tristeza en el rostro: “Mira, Roberto, mi hijo me dijo el otro día que olía yo a viejo, que mi ropa estaba manchada y que descuidaba de mi apariencia; cosas que por mi falta de vista no me había dado cuenta. Un nieto me increpó también, que mi paso era lento y ¿por qué rengueaba al caminar y no podía ya ver sin mis lentes? Todo lo anterior me puede mucho y me hago a diario la pregunta: ¿es un pecado el envejecer?”.

Los comentarios anteriores me han hecho discernir sobre la vejez, y creo que vale la pena comentarlo en este artículo.

¡Claro que no es un pecado envejecer!, es una gloria y una bendición de Dios. Es cuando el hombre ha llegado a la edad madura y debe de ver la vida como “un gimnasio para el alma”. Tal vez el tiempo ha plateado las sienes y las arrugas han poblado el rostro, pero las enseñanzas aprendidas, y las experiencias vividas son el mejor estimulo para vivir la vida en otra perspectiva y comenzar a disfrutar de nuestra senectud con optimismo e inteligencia, hay que entender que somos generadores de amor. Si Dios es amor, eso seremos: generadores del Dios-Amor.

Al llegar a la tercera edad, tenemos que aprender que vamos empezar convivir con nuestros semejantes en otra forma, más llena de amor y de enseñaza. Hay que ser mansos y ceder por nuestra propia voluntad. No es ser débil ni cobarde. Y menos sentirnos una rama desgajada del árbol de la vida. Es responder de manera serena, tranquila y dulce, a las dificultades que en nuestro cuerpo se van presentando, porque la edad nos va jubilando de nuestras facultades físicas.

Tal vez la vista nos esté fallando, pero ahora podremos ver con los ojos del corazón, y dar lo que antes no dimos: afecto, comprensión y amor manifestado en obras.

Tal vez la mente no funcione como antes, al olvidar cosas y datos que antes eran muy fáciles de recordar, pero ahora podremos dar consejos, contar vivencias de antaño y generar en nuestro entorno palabras de estimulo y de aliento con la gran sabiduría que hemos acumulado a lo largo de estos años.

Tal vez nuestras articulaciones el tiempo las ha hecho rígidas y poco flexibles, pero ahora podremos sentarnos con nuestros hijos y nietos para darles vivencias del pasado, abrazarlos con cariño y manifestarles con palabras tiernas y con actos de amor que la vida siempre es bella. aunque no la veamos. y que Dios siempre es bueno, auque no lo entendamos.

No, mi querido amigo, ¡envejecer no es un pecado! Es llegar a la plenitud de la vida, con la sabiduría y el vigor engendrado en el transcurrir de los años. Es tener la fortaleza de afrontar todo lo que la vida nos va ofreciendo. No hay que olvidar que las desgracias huyen de quienes no les hacen caso. Y graba esto en tu corazón: “cada día que vives, es el mejor del año”.

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