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Más allá de aspectos políticos, económicos, ambientales y de otro tipo, en la polémica del aeropuerto civil “Gral. Felipe Ángeles” que se construye en Santa Lucía, Estado de México, tanto quienes están a favor como en contra han dejado fuera de la polémica un hecho: la participación de los militares en la obra.

La semana pasada se dio a conocer el avance muy lento (2.29%), como inicia toda gran infraestructura, y se destacó lo siguiente: a) A pesar de que la nueva terminal fue encargada al Ejército, hay más de tres mil civiles y unos 500 militares coordinando, los cuales trabajan “día y noche”; b) Aeropuertos de París colabora en el plan maestro, y NavBlue tiene a su cargo la nueva configuración del espacio aéreo en el Valle de México.

El arranque de las operaciones aéreas está previsto para el 21 de marzo de 2022, para lo cual paralelamente se trabaja para reubicar las instalaciones de la icónica Base de la Fuerza Aérea. Se estima que el nuevo aeropuerto (“funcional, austero y vistoso”, según el residente de obra) servirá a 20 millones de pasajeros al año.

Herederos de una gran tradición militar iniciada en la época del imperio romano, al frente de esa magna obra aeroportuaria (costará casi 100 mil millones de pesos) están ingenieros militares (uno de los servicios especializados del Ejército), seleccionados entre quienes han tenido experiencia en ese tipo de edificaciones, y lo más sobresaliente es el gran ahorro de recursos por parte del gobierno federal. Recordemos que en Mérida, en abril de 2018, fue inaugurado el Hospital Militar Regional de Especialidades, en el que se invirtieron unos 900 millones de pesos, y la construcción estuvo a cargo de personal de la Sedena, con altos estándares de calidad, como en sus cuarteles y en otras instalaciones.

Desde luego que hay civiles muy responsables y con ética; hemos tenido buenas experiencias con quienes desempeñan desde el más modesto oficio hasta encumbrados profesionistas. Sin embargo, los militares tienen una concepción del trabajo y la disciplina distinta, muy fuerte, saben entender las relaciones de poder y obediencia, de subordinación y respeto.

No exagero si digo que muchas habilidades de liderazgo civil pueden aprenderse de la experiencia castrense; soldados y marinos realmente valoran las consignas: no mentir, engañar, ni robar, y sobre todo nunca dejar atrás a un compañero. De ahí que las tropas formadas para tomar las armas contra el enemigo, a veces sin haber comido, se basan en un sentido de responsabilidad, lo cual es muy valorado en términos de lealtad y de integración a organizaciones eficientes.

Desde luego que no son los únicos, porque esta mística tiene que ver con la formación, cultura, valores, etc., pero el mercado laboral demanda cada vez más a quienes tienen una formación militar. Por algo será.

Anexo "1"

"Sí se puede"

Era una mañana soleada del otoño de 1999 en el moderno Sector Naval de La Pesca, Tamaulipas. A unos 30 pasos de la Tienda de Marina (similar a un supermercado) que yo administraba, el entonces secretario de marina, almirante José Ramón Lorenzo Franco, se detuvo junto con su comitiva, volteó a su derecha con intención de visitar la tienda, pero optó por girar a su izquierda e ingresar al hospital naval.

Poco después, se retiró tras breve visita a este enclave de la Armada, ubicado a orillas de río Soto La Marina, que en pocas horas había quedado como nuevo luego del "arranche" general y la pintura que se aplicó a todo el edificio en la tarde-noche del día anterior, un tiempo récord.

Yo había puesto en duda que pudiéramos realizar la faena, pero el jefe de servicios, un teniente de navío de apellido Naranjo, nunca. "Claro que podemos, teniente, ya lo verá", me dijo. Antes del ocaso pusimos manos a la obra la marinería y oficiales... y se terminó para la visita del titular de Semar, demostrando, una vez más, que en la milicia las órdenes se cumplen bien y a tiempo. La felicitación del comandante del Sector Naval fue la recompensa a esa desvelada.

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