Ser abuela corona la maternidad
La abuela es justa y recta; perdona y corrige con amor y paciencia a sus hijos y a sus nietos; está dispuesta al sacrificio por ellos.
SIPSE
MÉRIDA, Yuc.- Un día cercano al 10 de mayo, platicando con los abuelos, uno de ellos nos pidió a todos los presentes que escucháramos con atención algo que él mismo tituló, ‘Un Cuento, completamente cierto…”. Transcribo –literal- lo que nos leyó ese día:
Hubo una vez, en el taller más extraño y sublime conocido, que Dios se reunió con los mejores obreros celestiales que debían fabricar a la madre perfecta:
"Debe ser fuerte", comentó uno.
"También, debe ser dulce", comentó otro experto.
"Debe tener firmeza y mansedumbre: tieneque saber dar buenos consejos".
"Debe ser justa en momentos decisivos; serena y comprensiva en los momentos más difíciles".
"¿Cómo es posible -preguntaron- poner tal cantidad de cosas buenas en un cuerpo tan frágil?"
"No es fácil -contestó Dios- pero compartiré con ella mi fuerza de hierro y mi corazón de caramelo".
Todos rieron incrédulos ante la ‘melosa’ ocurrencia del Maestro.
"No es fácil la tarea, repitió el Maestro, pero es posible si ponemos interés y mucho amor al hacerla".
Y tomando Dios en sus manos un puñado de tierra, comenzó a darle forma.
"¿Tierra?” –Preguntaron sorprendidos todos los ángeles-.
¡Pensamos que la fabricaríamos de mármol, o marfil o de piedras preciosas! Dijeron al unísono…
"Este material es necesario para que sea humilde" -les contestó Dios-. Y extendiendo su mano, sacó oro de las estrellas y lo revolvió con la arcilla.
"Esto es para que en las pruebas y en sus momentos más difíciles, la madre perfecta brille y se mantenga firme".
Y para eso, compartiré con ella, dijo Dios, todo mi Amor y Sabiduría.
-Señor, ¿y cómo le llamarás a semejante ‘obra de arte’ para que las personas la sepan distinguir entre tus demás creaturas?
Yo no le pondré ningún nombre a ella; el tiempo –y mis demás creaturas- le pondrán nombre, y le llamarán ‘Abuela’.
Y Dios, le dio forma de ‘Abuela’ a la arcilla, le sopló de su aliento y cobró vida,
Pero, faltaba algo, pues su pecho estaba vacío.
¿Y qué pondrás ahí? -preguntó intrigado uno de los ángeles.
Y abriendo su propio pecho, y ante los ojos asombrados de aquellos arquitectos celestiales, Dios sacó su propio corazón, le arrancó un pedazo, y lo puso en el pecho de aquella hermosa creatura. Dos lágrimas salieron de los ojos de Dios mientras volvía a su lugar su corazón ensangrentado.
"¿Por qué has hecho tal cosa?", le interrogó impresionado un ángel obrero- y aún con su corazón sangrando, el Maestro le contestó:
"Esto hará que la ‘Abuela’ me busque en sus momentos de angustia; que sea justa y recta; que perdone y corrija con amor y paciencia a sus hijos y a sus nietos; que esté dispuesta aún al sacrificio por todos ellos y le recuerde a toda su familia que la verdadera alegría tiene forma de Perdón, Amor y Servicio y que todos -en sus momentos difíciles- pueden confiar en mí, pues –a través de ella- estaré siempre cerca de ellos".
"Y para que -al final de su largo camino- cuando haya terminado su tarea allá en la tierra y satisfecha por su buena labor, vuelva a mí para recibir la corona que tengo reservada –especialmente- para las abuelas…"
Al terminar la lectura el abuelo, un respetuoso silencio llenó el salón donde nos encontrábamos. En nuestros ojos, algunas lágrimas de profunda emoción; en nuestros corazones, un grande reconocimiento a todas nuestras madres y abuelas.- Antonio Alonzo Ruiz,Psicólogo Clínico. Psicoestimulación y psicoterapia. [email protected]