Claudia Martín/SIPSE
CHETUMAL, Q. Roo.- La frontera entre México y Belice reciente desde principios del siglo pasado la movilización de familias campesinas del interior del país, primero por las vastas tierras y ahora por el empleo en las comunidades de la ribera del Río Hondo, para la temporada de zafra principalmente.

De acuerdo con Martha García Ortega, antropóloga social en El Colegio de la Frontera Sur (Ecosur), el nivel migratorio de la frontera sur corresponde a los procesos transfronterizos asociados con los intercambios de bienes, símbolos y personas, de tal forma que se encuentran individuos y familias de origen beliceño, guatemalteco, hondureño y salvadoreño, viviendo en los ejidos de esta zona, provenientes de escalas familiares previas y extendidas en Belice.

Aunque algunos grupos de migrantes en tránsito hacia Estados Unidos decidieron interrumpir su viaje para hacer vida aquí, aunque de esos grupos están quienes llegaron por las rutas de Chiapas y Tabasco por circunstancias del destino.

Viven en condiciones decadentes 

El 50% de la mano de obra que participa en cada zafra al año son migrantes nacionales y extranjeros, quienes viven en condiciones deplorables (galeras) y tienen que enfrentar problemas como racismo, discriminación, inserción laboral, además de sueldos extremadamente bajos para las jornadas que realizan.

Situación similar, dijo se vive en la zona norte del estado también es de gran atracción para la población dl interior del país, principalmente del perfil indígena para laborar en la construcción, en el  mercado ambulante, en el sector servicios como afanadores en hoteles, entre otros.

García Ortega mencionó que la mano de obra extranjera en la zafra es importante pero debemos añadir que Quintana Roo no solo necesita mano de obra extranjera sino también requiere de mano de obra foránea. El sur mexicano es muy especial en términos de migraciones internas.

Sufren de discriminación 

Precisó que la discriminación afecta a sus condiciones de inserción laboral, tanto de indígenas y no indígenas como de migrantes y no migrantes que laboran en la agroindustria y en los servicios pues están considerados en la escala más bajas de mercado, con sueldos muy bajos, viven bajo amenazas y carecen de los servicios mínimos satisfactorios para una convivencia saludable.

“En concreto en la zona cañera de Othón P. Blanco, muchas galeras carecen de agua hasta por meses, algunas no tiene luz, baños, y qué decir de los servicios de salud. En una localidad se reportó un incidente que pudo terminar en linchamiento; un pleito entre jóvenes locales y beliceños acabó con la muerte de un local. De inmediato, los involucrados fueron perseguidos, pero sin éxito. Dio como conclusión que en la arenga pueblerina se gritara “hay que correr a todos los centroamericanos”, contó.

La antropóloga social manifestó que los migrantes no están de paso, pero la problemática migratoria alcanza a estos migrantes una vez que quieren acceder a los derechos de trabajo, educación, salud y seguridad social.

“Ha habido un silencioso proceso de asentamiento de extranjeros que se han establecido en esta región, donde sus percepciones monetarias o pagos en especie se consiguen a través de las tareas agrícolas que se demanda en esta zona agroindustrial pero pueden estar viviendo en esas galeras por ejemplo en Pucte, pero si les ofrecen trabajo en Madrazo van y se instalan por otros 10, 15 y hasta 20 años, mientras les sigan contratando y es gente que anda con sus familia, cuyos hijos nacen aquí y luego hacen familia y van poblando las zonas”, documentó.