Invisible pase de estafeta

Juan Vergara Fernández, el secretario saliente, dijo en su mensaje de despedida y agradecimiento al gobernador Carlos Joaquín González.

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Ojalá que así sea, porque el tema es crucial: Juan Vergara Fernández, el secretario saliente, dijo en su mensaje de despedida y agradecimiento al gobernador Carlos Joaquín González por la oportunidad recibida que el pase de estafeta en la Secretaría de Finanzas y Planeación de Quintana Roo a Johanet Torres Muñoz será “invisible”.

Al lanzarse oficialmente a su aventura político electoral, el doctor en finanzas que lidió con la heredada deuda histórica más elevada de la entidad para hacerla manejable a través de un inteligente refinanciamiento, para pasar de la quiebra a una revaloración crediticia positiva de las firmas calificadoras internacionales, según dedujimos de su pronunciamiento en la rueda de prensa encabezada ayer por el gobernador, quiso decir dos cosas: que las bases para nuestra estabilidad financiera están firmemente sentadas y que su relevo tiene plena capacidad para seguir por ese camino.

Esto es importante, porque las finanzas de Quintana Roo, más allá del necesariamente optimista y rosado discurso oficial, desde luego siguen en una situación entre delicada y crítica, dependiente de las destrezas de los operadores y demandante de la máxima atención por parte del mandatario estatal, pues los entornos nacional y mundial lamentablemente no ayudan en nada.

No es que la doctora Johanet Torres haya sido llamada por el gobernador para corregirle la plana al ahora aspirante a candidato a diputado Juan Vergara, como dejó claro el gobernador, pues se trata de perfiles hartos similares con misiones gubernamentales parejas: mantener ese delicado equilibrio financiero que consiguió la administración gubernamental en una situación límite. La colega contadora de Carlos Joaquín es considerada, por lo menos por su jefe, el relevo ideal en este entorno tan volátil, en el que la hacienda gubernamental por momentos parece quebrantarse pero se defiende “como gato boca arriba”.

No hay fiesta; ni siquiera la discreta algarabía de la celebración por el onomástico de un santito de barrio pobre o de pueblo bicicletero: hay austeridad, una fuerte austeridad, la misma que decretó Carlos Joaquín al tomar las riendas de Quintana Roo. Eso significa por supuesto limitantes al accionar de los poderes, las instancias de gobierno, los municipios y todo tipo de órganos dependientes del erario. Lo notaron todos estos órdenes de la administración pública, los habitantes y hasta los proveedores del sistema, pero el fantasma de la quiebra, de la parálisis se mantiene aparte, y al menos según el gobierno estatal sigue conjurado bajo el compromiso de gobernar con honestidad y transparencia.

Gatopardismos aparte, lo mejor que en estos difíciles momentos le puede pasar a Quintana Roo es que no pase nada, que como dice Juan Vergara este cambio derivado de los tiempos electorales no se note, que nadie venga a ejecutar estridentes bailongos sobre ese piso administrativo que con mucho esfuerzo de todos se ha mantenido parejo, sin holguras pero tampoco desmesurados sufrimientos para el pueblo.

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