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La ley para proteger a periodistas y activistas lleva 55 días en comisiones… ¡y contando! 

En estos ajetreados días, con las primeras noticias electorales ya en firme, en Quintana Roo tenemos a un grupo de “políticos” que ahora mismo estarán preguntándose, angustiados, qué rumbo tomar, a quién jurar incondicional lealtad –por lo menos para las próximas horas– o a qué árbol arrimarse.

Como dijera Machado, “No extrañéis, dulces amigos, que esté mi frente arrugada”, pero no es como dice el eximio bardo de la Generación del 98, porque vivamos en paz con los hombres y en guerra con nuestras entrañas, sino porque entre pronósticos, especulaciones, maniobras sospechosas y anuncios concretos ya desde hace un par de semanas que en los cenáculos –políticos o de cualquier otra laya– no se habla más que de las elecciones del 1 de julio del año 2018, que se nos viene encima de manera que ya sentimos vertiginosa. ¡Y esto apenas comienza!

Ayer, casi inmediatamente después de que el presidente Enrique Peña Nieto anunciara los movimientos de gabinete derivados de su renuncia, al despedirse de la Secretaría de Hacienda José Antonio Meade Kuribreña anunciaba su registro como pre candidato presidencial del PRI y minutos después recibía –más o menos a la vieja usanza, cuando quien “destapaba” al abanderado, en ese entonces indudable próximo presidente, era el vetusto líder de la CTM Fidel Velázquez Sánchez– la adhesión del Congreso del Trabajo y todas sus organizaciones, donde el líder Carlos Aceves del Olmo, un chavito que acaba de cumplir 77 años, le llamó, iluminado, “candidato de la esperanza” y le entregó la tradicional corbata roja –llegó con una elegante palo de rosa–, que el hasta horas antes secretario de Hacienda, como buen neoliberal de Yale, se anudó solito, sin espejo, con derroche de pericia y en menos de lo que canta porras un gallo priista –¡Meade, presídenos!, ¡Meade, presídenos!–.

No hubo sorpresas, claro, pero la sensación es de que la rueda electoral ya está rodando a toda velocidad, y los muy diversos actores –sin excluir a los quintanarroenses, pues aquí habrá comicios– de ahora en adelante estarán afanados en subirse a ella sin ser aplastados en el sendero.

Mas volvamos a nuestros muchachos que, desde su orfandad por la caída de la maestra Elba Esther Gordillo hacen lo que todos los miembros de partidos pequeñines, colgarse de alguno de los tres –ahora cuatro– grandes, pero en su caso reciben señales tan confusas del centro y del estado. ¿A dónde van a apropincuarse los líderes (¿?) del Partido Nueva Alanza.

Tenemos en Quintana Roo dos presidentes municipales que fueron líderes de los maestros y llegaron a los ayuntamientos de Bacalar y Lázaro Cárdenas, Alexander Zetina Aguiluz y Emilio Jiménez Ancona, adosados al carro PRI-PVEM, pero que luego del cambio de chaqueta de sus correligionarios diputados de mil amores mudaron de vasallaje, quedando más o menos dentro de las consideraciones de su nuevo jefazo, el gobernador Carlos Joaquín González, que ganó sin partido más impulsado por el PAN y el PRD. Pero si es cierto lo que declaró el domingo la lideresa solaztequista Alejandra Barrales Magdaleno en el sentido de que el Frente Ciudadano por México –PAN-PRD-MC– buscará que los acuerdos tomados sean adoptados en todos los estados en los que haya elecciones el año entrante, como el nuestro, y se logra, al confirmar en la misma entrevista que los del Panal no formarán parte del mismo –por impacientes y ambiciosos, dio a entender–, nuestros amigos turquesas por lo pronto están como perritos sin dueño.

Cierto es que Carlos Joaquín posee un aterciopelado pero firme control de todos los partidos –quizás hasta de Morena– y tal vez apoye por fuera a los atribulados profes para que no se queden sin hueso, tanto como que el PRI –con o sin Verde– tiene la suficiente cara dura como para aceptarlos de nuevo si los dirigentes acuerdan en el centro, pero más les vale que algo así suceda, porque por sí mismos no ganan ni la jefatura de sus manzanas.

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