Vacuna contra la posverdad

La Real Academia Española llama “posverdad” a “a toda información o aseveración que no se basa en hechos objetivos, sino que apela a las emociones, creencias o deseos del público”.

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La Real Academia Española llama “posverdad” a “a toda información o aseveración que no se basa en hechos objetivos, sino que apela a las emociones, creencias o deseos del público”. Es nuestro término culto para las #FakeNews: la distorsión de la verdad apelando al sentimiento, o en otras palabras, a eso que deseamos que sea verdad, aunque no tengamos pruebas de ello.

El periodismo enfrenta en la posverdad el mayor reto desde la popularización de los medios digitales. Este subproducto de las redes sociales tuvo su auge en Estados Unidos, donde está probado que influyó grandemente en la llegada de @RealDonaldTrump a la presidencia, y en especial, en la psique social de los estados del círculo cristiano protestante de ese país, que digirieron con extrema facilidad y gusto la información falsa que difundieron medios rusos. 

Hace un par de días, Emmanuel Macron, presidente de Francia, anunció un compendio de medidas para evitar la influencia negativa de las #FakeNews, aplicables únicamente en asuntos electorales, y que en resumidas cuentas consta de tres partes: reforzar el control gubernamental sobre el contenido que emiten medios de comunicación que se controlan desde el extranjero (Russia Today, por ejemplo); obligar a las plataformas de redes sociales a informar claramente a los usuarios cuáles son las noticias patrocinadas; y acelerar un proceso legal ante un juez en contra de estas noticias. 

Evidentemente, las democracias occidentales están reaccionando a la amenaza negativa que llega desde las redes sociales, aunque lo cierto es que en el fondo, las medidas de control no serán efectivas mientras los usuarios no seamos capaces de asumir nuestra responsabilidad civil, dentro y fuera de línea.

Por más leyes, controles u operaciones para evitar la difusión de noticias con dejos de posverdad, el único método seguro está en nuestras manos. Por ello debemos reconocer y aceptar que mucho de lo que circula en las redes sociales es falso. Reconocerlo, para estar alerta, y aceptarlo, para dejar atrás el egoísmo, pues todos en algún momento hemos sido víctimas de titulares falsos en Facebook o Twitter, únicamente por que son muy atractivos y dicen lo que nosotros desearíamos que fuera verdad. 

A pesar de que las #FakeNews son un problema global, sorprende que muchos usuarios mexicanos aún se extrañen no sólo del término, sino que celebran y difunden cuando encuentran una. Así, de repente se topan con noticias sensacionalmente atrayentes, a leguas irreales y las comparten sin más. ¿Dónde quedó nuestro natural escepticismo mexicano?  Si estamos prestos a desmentir los ridículos intentos de @LopezObrador_ @JoseAMeadeK @RicardoAnayaC o @MZavalagc por hacernos creer que son cercanos a la sociedad, así también debemos “saltar” cuando nuestro “timeline” despliega información “demasiado real para ser cierta”, siguiendo tres sencillos pasos: ir más allá del titular, leer la nota y pensar. ¿Acaso es tan complicado? 

Como en los viejos tiempos 

Ayer el ex gobernador Roberto Borge fue tendencia en redes sociales. A diferencia de los días en que su nefasta gestión envició la web, esta vez su presencia en los “trending topics” fue totalmente orgánica: no hubo “bots” ni usuarios pagados que inflaran su ego en Twitter, los usuarios realmente queríamos twittear sobre él, y como nunca antes, ver su fotografía. Una de cal, por las muchas que lanzó de arena.

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