La vejez hay que vivirla con elegancia: Mujer de 88 años

En este hogar el silencio es su eterno amigo, aquí la demencia senil es un padecimiento común.

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Teresa Pérez/SIPSE
CANCÚN, Q. Roo.- Mientras las religiosas "Carmelitas Descalzas" y enfermeras atienden a los 47 habitantes del “Hogar del abuelo”, en la Ciudad de la Alegría en Cancún, ellos aprovechan de la mañana para tomar el sol, continuar la siesta; otros prefieren disfrutar de la plática, del tejer, hacer collares, cantan y otros más, optan por los juegos de mesa.

Las religiosas con el amor a su servicio, los atienden las 24 horas y 365 días del año, ellas abogan por darles calidad de vida y una vejez digna, así que estos cuidados se intensificarán en sus días de agonía.

Hay quien se dedica a molestar el sueño de otros, de los que reposan en aquellas sillas colocadas alrededor del patio, ¡buu! se detuvo Juan, para espantar al abuelo que dormitaba en aquella banca de metal blanca junto al jardín, tras el éxito no obtenido, siguió su andar, paso a paso, tomándose su tiempo hasta llegar a su próxima víctima. 

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En este hogar el silencio es su eterno amigo, aquí la demencia senil es un padecimiento común, también el que no escuchen, o que sus ojos se apaguen a la luz del día.

Alejandra “N”, tiene 88 años, es originaria de Yucatán y lleva más de tres años en el asilo, su vida no fue fácil, comentó que su familia la despojó de su hogar, de sus pocas cosas que guardaba con cariño, sin embargo, no guarda rencor, hoy disfruta de sus mañanas, sentada en el patio de la casa grande, como le llama.

Se entretiene tejiendo bolsas de estambre, siempre carga su madeja y gancho a todos lados, Ale, detrás de sus gafas oscuras esconde las emociones y sus recuerdos, con gustos extravagantes luce collares, pulseras en ambos brazos y un anillo morado, y aunque le inviten a jugar, prefiere concentrarse con su tejido y sus creaciones que socializar con las compañeras. “Me dicen que si era artista, yo les digo que no tuve la suerte porque fui muy pobre, pero la vejez hay que vivirla con elegancia”.

Sufren abandono en la última etapa de sus vidas

“Me dicen que si era artista, yo les digo que no tuve la suerte porque fui muy pobre, pero la vejez hay que vivirla con elegancia”.

La mayoría sufrió abandono de su familia cuando al pasar de los años dejaron de ser productivos, arrumbándolos como objetos en algún rincón de la casa, a veces insalubres; otros menos afortunados, debutaron en la mendicidad sorteando su vida en las calles hasta que fueron acogidos por este hogar.

Clemina García Zalvidea, directora de Fundación Ciudad de la Alegría, mencionó que hay una lista de espera de más de un centenar que sigue rezagado de su núcleo familiar, esto sin contar los que viven en la indigencia.

“Tenemos abuelitos de Cancún, Playa del Carmen, Tulum, de todo el estado, y a los que están en la calle el Ministerio Público y el DIF nos los traen y aquí tratamos de cuidarlos y ofrecerles una vejez
digna”, dijo.

En este hogar, se vive de la donación de la gente y a dicho del personal, las necesidades son muchas, desde pañales, gasas, leche, ropa, medicamentos y aparatos especiales como sillas, bastones, camas ortopédicas, colchones especiales para evitar las llagas en su piel, entre otros.

Para Fernando “N” de 62 años, las decisiones de su vida no le dejaron nada bueno, se alejó de su familia.  En sus años mozos se dedicó al turismo, primero lo hizo en Baja California y un día tomó la decisión de dejarlo todo y cruzar el país. 

Llegó a Quintana Roo con la idea de asentarse en Tulum para continuar como guía, pero la salud le jugó mal, una caída le rompió la columna.

A dos meses de llegar a esta casa, está muy agradecido, su semblante es distinto, sus ojos vuelven a tener brillo pese a la fuerte desnutrición que tiene todavía.

“Ya no quiero ver mi pasado, porque no hay como revertirlo, mejor veo mi futuro y la presencia de Dios en mi vida”.

El personal de este hogar comentó que de no ser por la donación, no podrían sostenerlo, el gasto mensual actual es de 250 mil pesos, por ello, rezan por la buena voluntad de las personas que lleguen a la casa a visitarles. 

“Ya no quiero ver mi pasado, porque no hay como revertirlo, mejor veo mi futuro y la presencia de Dios en mi vida”.

Para Armando “N”, la música le rejuvenece el corazón, es uno de los pioneros de esta casa, llegó hace 10 años y desde entonces, pasa su tiempo con la guitarra en su regazo, disfruta cantarle a la vida, al
amor, y a sus recuerdos.

Alegra sus días con la música de su guitarra

Dice que con ello ha encontrado la forma de sentirse vivo e inyectarle juventud a sus amigos, aun cuando ellos dormiten, o cuando sus minutos de lucidez sean pocos, pues sabe que la música se mete entre las marañas de sus vagos recuerdos.

García Zalvidea explicó que si se contabilizara el servicio y cuidado de cada adulto mayor por: asistencia de enfermería, hospedaje, medicamentos, terapia física, tanatólogo, geriatra, psicología, terapeuta y alimentos, cuidados habituales en un abuelo sano; el costo sería de 12 mil pesos mensuales, pero si se trata de abuelos con más complicaciones y atención especializada, el costo aumentará casi al doble.

Alicia “N”, el mes pasado cumplió 91 años, a tres meses de estancia en su nuevo hogar, disfruta de tomar el sol y platicar un rato con sus amigas. Con su mirada opaca, contó su gusto por escribir cuentos, contadora de profesión, era una asidua de la lectura, sin embargo, la longevidad la despojó de la luz de sus ojos, aun así ella sigue aprendiendo, ahora quiere jugar ajedrez y espera que alguien le enseñe este nuevo reto. “Por si no te vuelvo a ver”, fue la frase con la que se despidió esta bella mujer con casi un siglo de historia.

Fotografías de Luis Soto

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