Norman Angulo Macliberty y su profundo arraigo

De niño admiraba aquel gran hotel del que nunca imaginó ser el propietario.

|
Desde el primer día que tomó la batuta de ‘Los Cocos’ ha trabajado para tener un servicio personalizado de alta calidad. (Joel Zamora/SIPSE)
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Ángel Castilla/SIPSE

CHETUMAL. Q. Roo.- Desde las ocho de la mañana, como ha sido su costumbre desde hace 25 años, Norman Angulo Macliberty, llega al hotel “Los Cocos”, para iniciar su jornada laboral, personaje oriundo de Chetumal, con profundo arraigo.

De manera inmediata, demuestra con hechos que la voluntad de atender y ofrecer un servicio personalizado y de calidad corre por sus venas, pues se acercó a ayudar con las maletas a unos visitantes provenientes de Veracruz, mucho antes que cualquier otra persona lo hiciera, quienes tienen reservación por dos noches y de manera espontánea expresa: “quédense tres, les doy de cortesía uno más, para que disfruten nuestro Chetumal”.

También te puede interesar: Clínica de niños con cáncer otorga buenos resultados

Con 73 años de edad, presume con mucho orgullo sus 57 años de incansable trabajo: “después del paso del huracán Janet, en 1955, fue una etapa muy difícil para todos, tuve que ponerme a trabajar, mi primer trabajo fue como repartidor de cervezas de Corona, fui bolero, y desde entonces nunca he dejado de trabajar”.

Alegre y cordial como ha sido la costumbre del conocido empresario chetumaleño, recuerda con mucha nostalgia su niñez, cuando los sábados y domingos se la pasó jugando canicas en los jardines de laprimaria Belisario Domínguez, que gracias a que junto a la escuela vivió el profesor y director, Ignacio Herrera López, siempre les dio permiso para entrar a jugar trompo, las cuartas con una moneda, papagayo…una niñez muy bonita que nunca se olvida.

“Tuve una tiendita que se llamó pepsicolita, trabajé con mi hermano Eduardo en el Palacio de las Pelucas por 27 años, pero la devaluación de los noventas fue un golpe muy fuerte, las ventas se cayeron, mi deuda de cuatro millones 600 mil pesos se convirtieron en 99 millones de pesos, tuve que vender lo poco que se te tenía para poder pagar”.

Con la emoción reflejada en su mirar recuerda que en su infancia, frente a la primaria siempre estuvo majestuoso el hotel “Los Cocos”, que con el paso de los años, se llamó “El Presidente” y “Del Prado”.

Indicó que nunca pasó por su mente llegar a ser propietario de aquel emblemático refugio de muchas personas, en la trágica noche del 27 de septiembre de 1955, pero desde el primer día que tomó la batuta del centro de hospedaje, ha trabajado y luchado para llevar a cabo la ilusión de tener un excelente hotel.

“Recuerdo que en una ocasión junto con mi esposa e hijos, decidimos hospedarnos en el hotel, para tener un buen lugar para un desfile, a pesar de estar vacío, nos dijeron que no hay cuartos, fue un problema que me dieran dos cuartos juntos, se trataba de perder dinero, pedí un wiski, no hubo, un Bacardí, no hubo, bueno una cerveza… me tomé dos y a dormir, al día siguiente, no hubo agua, jabón, terrible, todo en total abandono, pero quién lo iba a decir, a los pocos días fui notificado de la transacción para ser el propietario del inmueble”.

Recordó que en el sexenio de Miguel Borge Martín, como Gobernador del estado, le dieron autorización para vender los inmuebles del Gobierno del Estado para que se capitalizara y pueda salir con los compromisos.

“Yo estaba en Houston, Texas, Estados Unidos, fue un viernes, cuando llegué al hotel, me notificaron que me estaban buscando, no había celulares en ese entonces, pero me comuniqué con el gobernador y quedamos en vernos en la Casa de Gobierno, el siguiente domingo para platicar, así que tomé el primer vuelo de vuelta que encontré”.

Con la nostalgia, platicó que se quedé horas platicando con Borge Martín, hasta que salió el tema de la venta del hotel, el gobernador ya tenía tres propuestas de compra, pero optó por venderlo al empresario chetumaleño.

Precisó que recurrió a Bancomer para conseguir el dinero, y un buen día llegaron los abogados del jurídico del Gobierno del Estado para darle la noticia que fue el seleccionado para la transacción.

“Hace 25 años, me costó más de cinco millones de pesos, di un millón de pesos para hacer el compromiso y en dos meses finiquité el saldo; posteriormente, con el nuevo gobierno, (Mario Villanueva Madrid), Rafael Lara y Lara, secretario de Finanzas, me citó para preguntarme la manera de cómo me hice del hotel, recuerdo que me dio 72 horas para comprobar la legítima adquisición… no, no necesito 72 horas, deme 10 minutos, mi oficina está aquí cerca, fui, agarré mi portafolio y volví a Finanzas para mostrar las pólizas de los cheques con los que pagué… se dio un golpe en la cabeza y expresó: está usted en todo su derecho; todo quedó claro paso por paso”.

Platicar con Norman Angulo Macliberty, es conocer una infinidad de anécdotas de la capital del estado, más de una hora no fue suficiente para terminar de escuchar las experiencias acumuladas en años de trabajo.

Vi crecer y he apoyado el desarrollo de nuestro Chetumal, mi compromiso es muy fuerte, es la tierra que me vio nacer y me ha dado la satisfacción de tener mi familia, mis hijos… mi satisfacción más grande es que nadie me puede señalar como un mentecato, un mal hombre, una persona deshonesta, tengo la atención para enfermos de todos los días, mínimo me llegan dos al día, ya tengo hasta convenio con dos farmacias y la Cruz Roja para poder ayudar a las personas, lo primero que les preguntamos es quién les dice, y me responden que del Congreso del Estado los mandaron; pienso… no puedo más, ya es demasiado, pero, al ver el rostro de las personas y criaturas, no puedo decirles que no”.

El hotel “Los Cocos”, es fuente de empleo de 200 personas, hace 25 años contaba con 80 cuartos, hoy cuenta con 200 confortables habitaciones.

Lo más leído

skeleton





skeleton