Chévere, en el Icat

Cada vez que el director general del Instituto de Capacitación para el Estado de Quintana Roo...

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Cada vez que el director general del Instituto de Capacitación para el Estado de Quintana Roo Carlos Mario Uc Sosa sale de comisión se lleva a una comitiva que no tiene ninguna función –son sus juglares, o eunucos, pues sólo van a acompañarlo y hacerle grata la salida – y que no están presupuestados; los viáticos abarcan alimentación, pero en muchos casos nunca se llegan a utilizar ya que siempre se solicitan facturas para recuperación de gastos. O sea: no sólo las travesías son pagadas sino que dejan un buen billete por ahí. Su chamba parece más deudora del pueblo de Quintana Roo y del “gobierno del cambio” del magisterio que llevó al poder en Bacalar al peor presidente municipal que se haya visto allá: Alexander Zetina Aguiluz.

Los trabajadores, mientras, laboran en condiciones insalubres. Siempre falta el agua –y los días que llenan la cisterna solo dura dos jornadas–. Ni soñar con papel de baño, insumos de papelería ni mucho menos materiales de limpieza. Cada oficina tiene que hacerse responsable, con cargo a los mismos trabajadores, de comprar sus propios productos, mientras que el señorón director general carga al erario gastos excesivos de restaurantes, supermercado y adquisiciones notablemente personales.

A las computadoras del personal administrativo no se les da mantenimiento porque no se compra el material necesario para llevarlo acabo, por lo que a últimas fechas muchos de los equipos que entran a mantenimiento por fallas no se pueden reparar, y tampoco se cuenta con equipo en bodega para asignar a ese personal, crucial para el funcionamiento de la institución.

Ni soñar con mantenimiento a las unidades: cuando se llega a solicitar alguna compra de mobiliario se reciclan las cosas que otras áreas ya van a desechar. Ahí se le tapa el ojo al macho; cuando las áreas requieren de la reparación, por ejemplo, de los aires acondicionados, sólo se van a parchar y se vuelven a descomponer al poco tiempo, ya que su vida útil disminuye considerablemente por el exceso de trabajo y falta de servicio al que están siendo sometidos; no se les ha dado mantenimiento en mucho tiempo. Pura simulación.

En el mes de abril, cuando el personal se encontraba de vacaciones, sin aviso previo o justificación se quitó una acostumbrada compensación a la mayoría, y aunque algunos lograron recuperarla –en muchos de estos sólo son 500 pesos quincenales lo repuesto–, el sueldo es el mismo para una persona que hace funciones de limpieza comparad con otra que hace funciones de técnico superior, lo que implica, si nos atenemos al mercado, tres mil 200 pesos quincenales de percepción. En lugar de homologar los ingresos, como se solicitó por parte de la Oficialía Mayor, lo que se hizo fue favorecer a unos cuantos que ni siquiera trabajan.

Así están las cosas, y los jefazos en “Cancuncito” pasándola muy bien chévere.

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